Papeles de historia 29

 

Desde la Colegiata de santa María de Xàtiva

Aproximación a una historia

 

ARTURO CLIMENT BONAFÉ
A
BAD DE XÀTIVA

ÍNDICE

 

29. BEATIFICACIÓN DE
FRAY JACINTO CASTAÑEDA

 

Fue un día grande y muy feliz para los cristianos de Xàtiva, el Papa Pío X, el día 20 de mayo de 1906 beatificaba a nuestro queridísimo paisano Fray Jacinto Castañeda, mártir en Tunkin. Quiero recordar y comentar aquella memorable fecha.

Pero antes quisiera ofrecer la preciosa alocución que el Papa Pío VI dio el 13 de noviembre de 1775 con motivo del martirio de nuestro santo.

La inserto por su interés y para que sirva de plataforma a nuestra crónica de la beatificación.

Léanla con gusto.

ALOCUCIÓN DE NUESTRO SANTÍSIMO PAPA PÍO POR LA DIVINA PROVIDENCIA PAPA VI.

Día 13 de noviembre de 1775 de la preciosa muerte de Jacinto Castañeda, español. Y Vicente de la Paz, tunkinés, de la orden de Predicadores, Misioneros Apostólicos en el reyno de Tunkin.

Venerables hermanos
Plugo al Padre de misericordias y Dios de todo consuelo dar un alivio muy grande a nuestras angustias. No sudamos, que tenéis presente, Venerables Hermanos, con quanto miedo y estremecimiento de ánimo tomamos la carga de la dignidad Pontificia, pesadísima singularmente en estos tiempos tan malos. Pero fortalecidos con la Divina promesa, de que peleará por nosotros y su Iglesia, el que es mayor siempre para proteger, que el diablo para impugnar; entre los peligros de tantos males, entre congojas y amarguras, confortándonos Dios, no decaímos de ánimo, sabiendo, que el hospedage de este mundo está lleno de tristeza y lágrimas, y no se puede recibir la corona de los dolores y trabajos, si no precede la constancia en el dolor y en padecer. Por beneficio de aquel, a cuya voluntad obedecen los tiempos, y sirven los elementos, vimos, quando no lo esperábamos, crecer la abundancia de las mieses, abundar de frutas los frutales, los olivares rebozar de frutos, y de esta suerte darsenos los socorros de la vida temporal. Quanto más, aunque por todas partes atacan u acometan los enemigos la viña del Señor, él mismo la guardará, para que sea estable y firme nuestra fe, fundada sobre firme piedra, como la Esposa, reclinada sobre su Amado.
 


San Jacinto Castañeda


La repromoción de este patrocinio poco ha recibido del Señor, que viendo combatida la Religión Católica con innumerables torbellinos, levantó en el Reyno de Tunkin varones fortísimos, y fervorosos en la caridad, para que triunfando insignemente del enemigo comun con la propia sangre, hermosearon la Iglesia con nuevas coronas.

Esto es lo que nos llena de grande regocijo, Venerables Hermanos, este es el esclarecidísimo beneficio hecho a la Iglesia en medio de tan grande abatimiento de la caridad, y de una corrupción tan grande de costumbres. Esto mismo alegres os anunciamos, para que seais participantes de nuestro gozo.

Por Carta del Venerable Hermano Jacobo Hierocesariense, Vicario Apostólico en el Reyno de Tunkin, se ha hecho saber a nuestra Congregación de Propaganda FIDE, que dos Misioneros de la Orden de Predicadores, que allí mismo exercitaban el sagrado Ministerio del Apostolado, habiendo sido presos, y detenidos en presencia del Rey profesaron la Fe Católica con ánimo invencible, y habiendo padecido escarnios y tormentos, finalmente menospreciadores de la vida y triunfadores de la muerte, entregaron con intrepidez al Verdugo su cabeza. Uno de ellos se llamaba Jacinto Castañeda, español de nación; el otro Vicente de la Paz, tunkinés. En breves palabras os referiremos ahora la narración prólixa del Obispo Hierocesariense.

Habiéndose Jacinto por espacio de cinco años empleado en Tunkin, en el territorio que se le había señalado, en predicar la Palabra de Dios, en oír Confesiones, y en procurar la salvación de las almas, el día 1 de julio del año 1773, al volver a casa después de haber administrado los Sacramentos a un enfermo, fue preso por un infiel, que le perseguía acompañado de tropa de los suyos: y habiendo sido llevado por diferentes partes sin comer ni beber por espacio de dos días, fue presentado al Vice Gobernador. Pedian por su rescate una suma grande de dinero, que ningún Christiano pudiese pagar. Por tanto fue puesto en una jaula de cañas, tan estrecha y baxa, que ni había lugar para estar de pie, ni echado.

Habiendo sido preso no mucho después Vicente de la Paz con no menor crueldad, fue encerrado en otra jaula semejante. De este modo fueron los dos llevados a la Corte; y para que constase a todos por qué estaban así presos en cada jaula escribieron con letras grandes la causa: Maestros de la Ley de los Portugueses: esto es, Preceptor de la Ley de Dios y de la Doctrina Evangélica. Llevados a la presencia del mismo Rey, y habiendo sido preguntados, respondieron: que ellos anunciaban a las gentes la Ley del Sumo Dios, para que sirviendo ellas al mismo, fuesen glorificadas en la vida inmortal. Se hizo juicio, que en esto había crimen bastante, para que fuesen ellos condenados a pena capital. ¿Con qué valor, pensais oyeron esto los Obreros Evangélicos? ¿qué dixeron? O ¿qué pensais que hicieron ellos? Levantando Jacinto con las manos la imagen de Jesu Christo, predicando con alta voz su Divinidad y amor incomparable para con los hombres, pidiendo perdón de los pecados, haciendo actos de amor encendísimo para con Dios, pronunciando distintamente el Símbolo de los Apóstoles implorando el amparo de la Beatísima Virgen baxo la invocación del Rosario, el día 7 de noviembre de dicho año 1773, como oveja, que estando para ser tragada del lobo, no gime, no da voces, no se queja, sino que silenciosa espera la muerte, y cede a los dientes de la voracidad, le fue cortada la cabeza.

A Vicente, que estaba envuelto en la misma Causa, se le había ofrecido la oportunidad de libertarse de la sentencia cruel: pues las Leyes del Reyno solamente mandaban se castigase a los Misioneros, pero no a los del País; y algunos pedian ya se tratase otra vez, y reconociendo su Causa. Pero él encendido con la emulación de la muerte del Compañero, y contradiciendo con ánimo invencible, y deseando tener Sentencia igual a la de Jacinto, como era común a la Causa y morir por Christo, acabó gloriosamente l carrera de su Apostolado, en el mismo día y con el mismo género de muerte.

La muchedumbre copiosísima de los Cristianos, que estaban presentes al espectáculo, a exemplo de Tobías, que temiendo más a Dios que al Rey, arrebataba los cuerpos de los muertos, y a medía noche los enterraba, habiendo recogido los cadáveres de los Misioneros, con piadoso rito los sepultaron en la Iglesia del Pueblo de Trulin.

El Rey arrebatado de la ira, mandó por público Edicto cruel persecución contra los Cristianos, semejante a la que escribe sam Jerónimo baxo los Principes Romanos. Por lo que se llenaron las cárceles, se exigieron con violencia los dineros, los Templos fueron destruidos, las casas derribadas por el suelo, los Cristianos se retiraron a las cuevas; pero todos, vencida la contrariedad del tiempo, menos preciada el hambre y los peligros, armados con el escudo de la salud, lo superaban todo, por Aquel que nos amó.
 


San Jacinto Castañeda


Quando leíamos estas cosas, nos oprimian lágrimas de consuelo y sollozos agradables, al ver, que la verdad de nuestra Fe, quanto más se empeñan en obscurecerla, tanto más es ilustrada con rayos más resplandecientes. Lo que de la Carta hasta aquí referida os anunciamos de los dos Atletas de Christo, claramente indica, que el odio a la Católica religión movió al Tirano a quitar la vida a los Varones Religiosísimos, y que ellos sufrieron la muerte por la Fe; de lo qual bien se deduce que por igual causa e igual pena los dos lograron igual palma de Martirio Consumado.

Este trofeo de unos hombres fortísimos nos trae a la memoria aquellos antiguos tiempos, en que la fe de Christo, quando con la sangre de innumerables Mártires se sembraba por toda la redondez de la tierra, para brotar con más fecundidad, penetró aún antes de la infección Nestoriana, hasta el Imperio de China cuya provincia, según dicen, fue Tunkin en otro tiempo, y nos alegramos grandemente en el Señor, que ni en el día faltan hombres ricos en virtud, que derramando su sangre, se esfuerzan a restaurar allí la misma Fe.

Sabemos también, que ha habido otros muchos, que no muchos años ha se distinguieron con esta grande alabanza del Maertirio; pero la alabanza de Jacinto y de Vicente en tanto es más útil y fructuosa, en quanto con su Corona añadida a muchísimas Coronas de otros Mártires, no solamente aprovecharon a aquellas partes remotas, sino que pueden también aprovechar muchísimo a nuestros Países, en que es combatida estos días la Fe Cristiana con Doctrinas venenosas.

Aunque más lo contradigan los enemigos de la profesión Católica, no pueden dexar de entender, aunque a pesar suyo, que a los demás argumentos de la certeza de nuestra Fe se les añade grande fuerza de la virtud de los Mártires, y de la alegría con que murieron. ¿Cómo hubieran de su libre voluntad corrido al Martirio más de los que pudiese matar la crueldad de los verdugos? ¿ Cómo hubieran ido volando a los tormentos los que eran distinguidos en linaje y honores, y los que abundaban de riquezas y comodidades para la vida? ¿Cómo hubiera habido tantas Doncellas nada medrosas, Jóvenes intrépidos, Rudos invictos, atormentadores convertidos, sino hubiera Dios, socorriendo con un modo invisible a los que peleaban por la verdad legítima, acabado la carrera del Martirio, como que solo él puede vencer el sentido y la naturaleza? Por esto con razón enseñaron los Santos Padres, que por el Martirio aprenden los hombres a creer a Christo; los que dudan, se fortalecen; es defendida la Religión; y fortalecida la Iglesia.

Por lo que quanto más vehementes fueron los acometimientos de los enemigos, tanto con más abundante renuevo brotaron unas de otras las palmas logradas de los feroces Tiranos. Sobre esto es ilustre la sentencia de Suplicio Severo: Quando dice, casi todo el mundo estaba teñido con la sangre de los Mártires, a competencia entraban en las batallas gloriosas, y con mucho mayor deseo se buscaban entonces los Martirios con gloriosas costumbres que se apetecen ahora los Obispados con ambiciones viciosas.

Son conformes los dichos de los Santos Padres; comprueban esto mismo los monumentos sagrados; lo confirma la propagación de las Misiones Apostólicas.

Oxála pues, con el documento de nuestros Mártires, los sabios de este siglo dén de mano a las opiniones falsas, así como ellos menospreciaron su vida por la verdad de la Fe; y ya que no les pueden seguir por los tormentos, síganles en la virtud. Oxála piensen en lo íntimo de su corazón, que quando los Mártires con una lucha cruel nos recomiendan la Fe verdadera, hace Dios, sea instrucción de los venideros, la aflicción de los que precedieron; a ellos les examina, para enseñarnos a nosotros; a ellos les destroza, para ganarnos a nosotros; y sus tormentos quiere sean adelantamientos nuestros.

Después de haberos con gozo grande de nuestro corazón acordado estas cosas, juzgamos ser oportuno descubrir nuestra alegría, no sólo con palabras, sino también con señales manifiestas.

Por esto volvemos nuestro pensamiento a la esclarecida Orden de Predicadores, dignísima de toda recomendación, de la qual así como los dos antedichos Alumnos han dado materia muy grata a esta nuestra Alocución; así también otros muchísimos distinguidos en santidad, doctrina y dignidad, tiempo ha que movieron nuestra devoción, para que tomáramos el nombre de aquel, que al mismo tiempo acrecentó la gloria de la Familia Dominicana, y de la Cátedra Apostólia.

Para dar pues testimonio de nuestra singular benevolencia a la misma Orden, hemos resuelto adornar con la Púrpura al que casi veinte años ha con tan grande alabanza le preside; que a nadie ha complacido en lo que no ha sido conveniente. Es a saber, al Maestro Juan Thomas de Boxadors; quien queremos, retenga el Magisterio General, que deberá durar a nuestro beneplácito y de la Silla Apostólica. ( ... ) En el nombre del Padre, del Hijo, y del espíritu Santo. Amén.
 


Pío VI

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