Papeles de historia 36

 

Desde la Colegiata de santa María de Xàtiva

Aproximación a una historia

 

ARTURO CLIMENT BONAFÉ
A
BAD DE XÀTIVA

ÍNDICE

 

36. PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA

 

Para relatar perfectamente este aspecto tan importante de la Historia de España y de la Iglesia, es preciso recurrir a la obra de don Vicente Carcel Ortí, libro que he citado varias veces y ahora copio en sus páginas 393-396, pues creo que es un estudio muy bien hecho y además realista.

La persecución religiosa fue la mayor tragedia conocida por la Iglesia en España y su tributo de sangre, a partir de 1936, el más ingente que registra la historia.

Casi siete mil eclesiásticos fueron víctimas de un volcán de irracionalidad. La Iglesia, que tiene el mérito y la valentía de no temer la impopularidad y la característica de no ser cortesana de nadie, decidió hace unos años reconocer oficialmente el martirio de varias víctimas de dicha persecución al beatificar a tres carmelitas asesinadas en Guadalajara.

Después siguieron las beatificaciones de los 26 jóvenes pasionistas de Daimiel, Y coincidiendo con la publicación de este libro obtienen el mismo reconocimiento los 8 hermanos de las Escuelas Cristianas de Turón y un pasionista que era su capellán, otro hermano de la Salle, de Lérida, y una religiosa de la Compañía de Santa Teresa, de Barcelona.

En 1987 se desencadenó una polémica infundada y farisáica a raíz de las primeras beatificaciones, que estuvo inspirada y fomentada por quienes sienten comprensión ante los excesos republicanos, como lo sienten también ante los desmanes jacobinos de la Revolución Francesa y los crímenes de los soviéticos de después de 1917. Los exponentes de esta concepción funesta defienden que los “suyos “ destruyeron y mataron por exigencias justas, mientras que los “otros” eran terroristas y atentaron contra la Humanidad. Se rasgan las vestiduras y se escandalizan porque la Iglesia reconoce el martirio de sus fieles y pretenden equiparar estas muertes con los asesinatos cometidos por los nacionales.

Volvemos al tema peliagudo de las relaciones entre la persecución religiosa y la represión política.

Sabemos que el término “ mártir “ encierra varias acepciones en el lenguaje corriente. Significa ante todo la persona que sufre o muere por amor a Dios, como testimonio de su fe, perdonando a sus verdugos, a imitación de Cristo en la Cruz ... El político persigue unos ideales, unos programas y unos proyectos nobles para el bien de su pueblo. Pero el ideal religioso es infinitamente superior, trasciende a todo lo humano y tiene como referencia la fe y la esperanza en la vida eterna y el amor a Dios, que se manifiesta también en el amor al prójimo.

Durante la República y la guerra, los políticos revolucionarios, que generalmente eran ateos o agnósticos, y desde luego anticlericales, desencadenaron la gran persecución, aunque los hechos más execrables fueron realizados materialmente, en muchos casos, por delincuentes comunes, que ellos mismos pusieron en libertad y fueron ejecutores fieles de consignas recibidas.

En toda la zona republicana el culto público estuvo prohibido durante casi tres años. La Iglesia no existió oficialmente, pero se organizó en la clandestinidad.

Los eclesiásticos fueron asesinados sencillamente por lo que eran. Las carmelitas porque eran monjas y los pasionistas y los hermanos de la Salle porque eran frailes.

Pero ni unos ni otros estaban implicados en luchas políticas ni entraron jamás en ellas. Y esto no tenía nada que ver con la brutal represión que los nacionales desencadenaron en su zona al ejecutar a los que eran de izquierdas - socialistas, comunistas y anarquistas - ni con la despiadada represión de la zona roja, en la que fueron eliminados elementos de derechas - falangistas, tradicionalistas, monárquicos - y quienes eran considerados sencillamente de derechas. Esto es represión política y aquello persecución religiosa. A las cosas hay que llamarlas por su nombre, y no favorece a nadie - y desde luego no favorece a la verdad - fingir que se ha olvidado lo que ha ocurrido, las responsabilidades que ha habido en el pasado y las críticas que deben hacerse para esclarecerlo. La verdad y la justicia sobreviven al sectarismo y a la manipulación histórica, aunque se realicen por métodos científicos.
 


Ilustración de portada del libro “La persecución religiosa
en España durante la Segunda República (1931-1939)


La persecución fue anterior al 18 de julio de 1936, no sólo por la quema y destrucción de iglesias, sino también por el asesinato de sacerdotes en Asturias, en octubre de 1934. Entonces faltaban todavía dos años para el comienzo de la guerra y no existía provocación alguna del Ejército ni levantamiento armado contra el gobierno legítimo de la República. Por eso es insostenible la tesis defendida hasta la saciedad por una historiografía, tanto española como extranjera, que ha pretendido explicar el fenómeno persecutorio como reacción a la rebelión militar que desencadenó la contienda fraticida.

No hay que confundir, pues, lo religioso con lo político o con lo social. Esto es superfluo recordarlo a cuantos vivieron la tragedia, pero es necesario recuperar la memoria histórica para todos y en especial para los cristianos porque deben tener un recuerdo lúcido que les ayude a discernir lo que es bueno y justo en cada momento y, sobre todo, porque durante los últimos años se asiste en España a una falsificación y tergiversación de la historia semejante en todo a lo que escribieron los vencedores de la guerra después de la misma. Y sobre el tema religioso, la manipulación y el sectarismo son todavía mayores en muchos medios de comunicación tanto oficiales como privados, así como en libros de divulgación, en obras con pretendido carácter científico e incluso en cátedras universitarias, que siguen a pie juntillas ideologías superadas y fracasadas como el anacrónico liberalismo anticlerical de signo demoníaco o el marxismo-leninismo que sólo sobrevive a duras penas en los países subdesarrollados del Tercer Mundo.

Se ha dicho que la mentira es hoy la fuerza que mueve al mundo, mientras que el Evangelio proclama que sólo la verdad nos hará libres. Es, pues, necesario, si queremos seguir siendo libres, huir de las mixtificaciones que condicionan el estudio de la historia, Y por lo que a la de la Iglesia se refiere, habrá que librarse de la marcada tendencia que existe - casi como una moda, incluso entre los eclesiásticos - a difamar su pasado, a desacreditar a los testigos de la fe y a pregonar que nunca la Iglesia hizo nada positivo por la Humanidad.

Durante la persecución religiosa española hubo auténticos mártires. La investigación histórica lo ha demostrado, y la Iglesia lo está reconociendo en casos concretos mediante los procesos de beatificación. Pero antes que la lluvia del tiempo borre las huellas de estos héroes, urge recuperar para la historia y para la memoria colectiva la herencia espiritual de aquellos hombres y mujeres que brillaron por su coherencia y valentía en la defensa de los valores supremos.

Estos fueron portadores de un mensaje de paz, tolerancia, concordia y reconciliación nacional frente al odio irracional que movió a las dos Españas enfrentadas. Son patrimonio de la nación, y hoy siguen siendo ejemplos vivos para la superación de nuestros contrastes ideológicos y para la promoción de la fraternidad y solidaridad que todas las ideologías predican. Pero, además, para los cristianos estos mártires merecen, como dice San Agustín, un culto de amor y de participación con el que veneramos en esta vida a los santos, cuyo corazón sabemos que está dispuesto al martirio como testimonio de la verdad del Evangelio. Culto que se ofrece en definitiva a Dios porque los coronó de gloria. - ( Vicente Carcel - La persecución religiosa en España durante la segunda República - 1931 - 1939 ).

La hostilidad contra la Iglesia de Xàtiva se manifestó antes del 18 de julio de 1936.

Los católicos setabenses defendieron sus iglesias y sus sacerdotes mientras en Alzira y Carcaixent en mayo del 36 ardían sus templos.

Pero, cuando comenzó la parte más sangrienta de la Persecución, los sacerdotes de Xàtiva se vieron solos, abandonados por todos y expuestos a la muerte. Los seglares simplemente lamentaban la situación.

Todas las iglesias de Xàtiva con la Colegiata al frente y sus conventos sufrieron robos de obras de arte, incendios y demoliciones.

Incautadas por los milicianos fueron destinadas a mercados, cuarteles, almacenes y otras cosas. Tremendo fue el daño que se hizo al Patrimonio de la Iglesia. Hoy se habla del “martirio del arte”. Los archivos parroquiales, aunque también afectados por los saqueos, pudieron salvarse en parte. En la Seu existe un detallado e interesante informe del Abad don Juan Vayá que describe el estado en que quedó la Colegiata en 1939, al terminar la Persecución Religiosa.
 


Cristo del Carmen mutilado

 

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