Pasamos a contemplar este
hermoso retablo colocado en la capilla primera entrando a la derecha,
junto al baptisterio.
En el guardapolvo de este retablo del siglo XV figura un escudo que
corresponde a la familia de los Martí Crespí.
Es, según Mariano González, una obra poco conocida, a la que Tormo no
prestó atención y que sin embargo sirvió para definir e identificar la
personalidad artística del Maestro de Xàtiva. En el retablo de los Martí
hallamos los característicos rostros ovales femeninos enmarcados por
largas cabelleras rizadas y esa extrema delicadeza que son propios del
Mestre de Xàtiva.
Nos colocamos frente al retablo y nos dejamos invadir por su arte, su
dulzura y encanto, también por su mensaje religioso, que es grande y
hermoso.
Cinco tablas componen la parte más importante del retablo: desde bajo
por la izquierda, el abrazo entre san Joaquín y santa Ana, Anunciación,
Calvario, Nacimiento y Visitación.
El abrazo de san Joaquín y santa Ana.
Nada dice la sagrada escritura acerca de este abrazo. Hay que recurrir a
los evangelios apócrifos. Allí se nos dice que un ángel anunció a la vez
a san Joaquín, sacerdote del Templo, la concepción de su esposa y a su
esposa, Ana también. Los dos salen gozosos y se encuentran ante la
puerta dorada de las Murallas de Jerusalén y se dan un abrazo. En la
tabla vemos cómo el mismo ángel les acompaña y les une.
La Anunciación.
San Lucas, en su Evangelio, nos cuenta este pasaje precioso lleno de luz
y de candor. El ángel Gabriel anuncia a la Virgen María que Dios la ha
elegido para ser la madre del verbo encarnado. El Mestre de Xàtiva sabe
plasmar el misterio en esta tabla llena de luz y de encanto. La Virgen
acepta: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.
Por bajo a la derecha contemplamos la Visitación.
Dos mujeres se abrazan, conectan, se piropean. Bendita tú entre todas
las mujeres, bendito es el fruto de tu vientre.
Dichosa tú que has creído. Y María canta el Magníficat dando gloria a
Dios por las maravillas que hace a favor del hombre.
Fijémonos en la elegancia de las dos mujeres, con qué sensibilidad se
entrecruzan los brazos; los mantos dorados y brillantes de ambas dan
solemnidad al acto. El pequeño Juan da un salto en las entrañas de
Isabel.
Le sigue la tabla del Nacimiento de Jesús en Belén. El gran misterio de
Dios revelado en el Niño Jesús de Belén.
San José y la Virgen son sus primeros adoradores. Ante el misterio no
caben indagaciones. María contempla con dulzura al Niño, san José con
asombro, cruza sus manos sobre el pecho e inclina la cabeza. Al Mestre
de Xàtiva no le falta detalle, la mula y el buey, la ciudad a lo lejos y
el Niño resplandeciente.
El retablo culmina con la tabla grande del Calvario. Son muchísimos los
retablos que son coronados por el Calvario.
Cristo clavado en la cruz; la Virgen Dolorosa y el Apóstol Juan. El
misterio de la Redención del género humano. La Dolorosa llora al pie de
la Cruz, ella sabe lo que significa el dolor y el sufrimiento y lo
acepta con todas sus consecuencias: la espada invisible profetizada por
Simeón.
Juan, el Apóstol más joven de los Doce, no se apartó de Cristo en los
momentos difíciles: está donde debe estar.
Falta la pieza del centro. Se dice que hubo una tabla con la figura del
Ecce Homo, de ahí que el retablo se llamara del Ecce Homo; pero como no
era del retablo, se quitó hace muchos años. El hueco era anterior.
¿Habría alguna imagen? Podría ser, pues serraron parte del retablo
haciendo más grande el hueco. Lo cierto es que después de la
restauración, se ha creído conveniente dejar tal y como lo vemos ahora.
Sigamos ahora por la polseda.
Comenzando por la izquierda. Santa María Magdalena. Ella está muy unida
al misterio de Cristo; mujer llena del amor de Dios, estuvo al pie de la
Cruz; lleva en sus manos la corona de espinas. A ella se le apareció
Jesús recién salido del sepulcro el día de Pascua.
Sigue un santo obispo. Se le dan varios nombres: San Amado, también
podría ser san Alberto Magno. San Onofre, el anacoreta. San Juan
Bautista, el hombre más grande nacido de mujer, precursor del salvador.
El padre Eterno y el Espíritu Santo están colocados en el centro de la
polseda como una corona que bordea el retablo. Su semblante es dulce y
rezuma bondad, lleno de colorido, en actitud de bendecir. Es el Padre
providente que rige la Humanidad, la bendice, la cuida y la ama.
El arcángel san Miguel, ¡Quién como Dios!, el ángel que nos defiende del
demonio, guardián de la puerta del cielo.
San Antonio Abad, el Grande. Fundador del monacato, vencedor del
demonio, lleno de Cristo y de su amor, nos dejó un poso de santidad y de
ánimo para seguir a Jesús en la soledad y en la oración. San Gil, otro
abad cisterciense del siglo XII. Y finalmente santa Úrsula, virgen y
mártir de Colonia con otras once vírgenes en el siglo IV.
Estos santos deberían ser protectores de la familia Sanz o reflejaban
las grandes devociones de la ciudad en el siglo XV.
Nos queda la predela que de izquierda a derecha sigue así.
Juan es Patricio de Roma, y sueña como la Virgen María se le aparece y
pide una basílica en el lugar donde el día 5 de agosto amanecerá con
nieve en Roma. Al mismo tiempo el Papa Liberio tendrá el mismo sueño.
La tabla siguiente presenta la resurrección del Señor. La muerte no es
el final de Cristo: ¡Ha resucitado, Aleluya! Y se aparece a sus
Apóstoles, a la Virgen, su madre y a María magdalena, entre otros
muchos.
La siguiente nos muestra a la Virgen Santísima entre los Apóstoles. San
Lucas nos dice que éstos se reunían en el cenáculo con maría la Madre de
Jesús. Ella es el vivo retrato de Cristo y los Apóstoles perseveraban
unidos en oración junto con la Virgen María, Reina de los Apóstoles.
La tabla que sigue representa el gran acontecimiento de Pentecostés. De
manera prodigiosa, el Espíritu Santo desciende del cielo sobre los
Apóstoles: son confirmados en la fe e inflamados por el Espíritu de Dios
saldrán a predicar el Evangelio, ya nada les podrá detener.
La Dormición de María representa la tabla que sigue.
María, terminado el curso de su vida mortal, fue asunta al cielo en
cuerpo y alma. Ese es el misterio y el milagro. María no conoció la
corrupción del sepulcro. Según los evangelios apócrifos, los Apóstoles
acuden a Jerusalén para ser testigos de tal acontecimiento. Pero
preside, los demás le acompañan.
Y la última tabla hace referencia a la primera. El Papa Liberio bajo
palio y el tribuno Juan han encontrado nieve en pleno agosto en el monte
Esquilino de Roma y allí levantarán la mayor basílica dedicada a la
Virgen Madre de Dios. El origen de la Virgen de las Nieves está en ese
hecho milagroso. Sobre ese monte se encuentra hoy la basílica de santa
María la Mayor.
Este retablo se restauró hace unos pocos años y hemos querido colocarlo
en este lugar para que pueda ser venerado y contemplado por todos.
|