Para la celebración del Gran
Jubileo del año 2000 aniversario del nacimiento de Nuestro Señor
Jesucristo, quise trasladar del museo a una capilla del crucero norte de
la Colegiata, el retablo de la Piedad o Dolorosa. En esa capilla estuvo
muchos años expuesto a la veneración de los fieles, pues se trata de una
pieza de devoción más que de museo. Muchos fieles lo agradecieron.
Mariano González Baldoví en su libro Museos de Xàtiva hace una
descripción del retablo, que por su interés incluyo en este capítulo:
“Su tamaño es de más de dos metros de alto por uno y medio de ancho y su
estructura de una sola pieza.
Es un retablo arquitectónico, con una pilastra a cada lado decorada con
candeleros y rematada por un elemento estriado a modo de capitel. Encima
hay un friso sencillo recorrido con una greca en relieve y una cornisa
de esquinas mutiladas. El preceptivo frontón lo forman dos volutas de
hoja de acanto que enmarcan un frutero. En realidad la arquitectura es
una caja o carcasa que recibe el grupo escultórico embutido en ella. La
escena está concebida en tres planos y dividida en dos por la cruz, a
partir del segundo. Primitivamente tuvo un pie de altar de madera que,
con motivo de la concesión de sepultura a Geroni Antequera y al notario
Jaume Cabanes en 1665 fue sustituido por una mesa de piedra que
permitiera oficiar. El retablo tenía dos portezuelas plegables,
desaparecidas en 1936, pintadas a dos caras por Pagano o un seguidor de
su arte, en opinión de Tormo”.
Nos vamos a la capilla donde se
venera el retablo, nos ponemos en frente y con ojos de creyente
contemplamos el misterio de la Pasión de Cristo y el dolor de su
Santísima Madre.
El centro y bajo la cruz lo ocupan las figuras más importantes: Cristo
muerto y la Virgen. El Señor, bajado de la cruz es depositado sobre las
rodillas de la Madre. Ella, Mater Dolorosa, no oculta el dolor y la pena
que siente al ver a su Hijo muerto y traspasado.
La Virgen, como las grandes matriarcas del Antiguo Testamento, no grita,
llora y sufre, comparte los dolores de su Hijo. Con una enorme ternura
lo abraza y lo contempla. La expresión de su rostro manifiesta lo que
siente en su corazón: la profecía de Simeón se ha cumplido a lo largo de
su vida, esa espada invisible la ha acompañado cada instante.
Cristo muerto es bajado de la cruz para llevarlo al sepulcro antes de la
puesta del sol porque aquel viernes era la víspera de la Pascua judía.
Su rostro, sus manos, sus pies y costado reflejan los padecimientos de
la cruz. Como describía el profeta Isaías al Siervo de Yavé: Maltratado,
deshecho de los hombres, varón de dolores, sin apariencia humana, se lo
llevaron como cordero al matadero y él no abrió la boca, sufrió
obedeciendo. Sus llagas nos han salvado.
Cristo es el Siervo de Dios que, con su Sangre preciosa, ha lavado los
pecados de los hombres y con su muerte redentora nos ha redimido.
¡Contemplad y ved si hay dolor semejante a mi dolor! Cristo único
Salvador ayer, hoy y siempre.
A la izquierda está san Juan, el Apóstol más joven de los Doce. No le
falla a Cristo. Los demás se han escondido, tienen miedo, huyen. Juan
no. Juan está donde debe estar, junto a su Maestro y Amigo. Con cuánta
ternura sostiene la cabeza del Señor y con su semblante no puede ocultar
su dolor y la pena por la muerte de Jesús, ese Dios amor que escribirá
en una de sus cartas. A sus pies, la corona de espinas. Juan en su
Evangelio mostrará a Jesucristo como el Señor, el Camino, la Verdad y la
Vida, el Buen Pastor que da la vida por todos. Lo que él ve, toca y
siente lo transmite en sus escritos. El Evangelio de Juan quiere
engendrar fe y amor hacia el Cristo Salvador.
María Magdalena está a la derecha de la Virgen. Lleva un lienzo en su
mano; quiere limpiar el cuerpo del Señor y empaparlo con su sangre,
¡Santa Reliquia de amor! Su semblante es dulce y sereno.
De ella Cristo expulsó ¡siete demonios! Ella cambió su vida y se entregó
al Maestro que la quiso rescatar del pus del pecado y darle una nueva
forma de vivir: la vida de la gracia y del amor.
¡María lo agradece y desea manifestarlo en este momento redentor!
Detrás, en segundo plano, el autor ha colocado tres figuras masculinas;
se trata de Judas, José de Arimatea y Nicodemo.
Judas es uno de los Doce, el
traidor, así lo nombran los Evangelios. Vendió a Cristo por treinta
monedas de plata. Aquí lleva la bolsa en las manos. ¡Pobre Judas! Fue a
Getsemaní y allí entregó al Maestro, ¡con un beso! Y luego se suicidó.
Era demasiado para él soportar tal crimen, tan gran peso en su
conciencia. ¡Pobre Judas! José de Arimatea, era un hombre rico,
discípulo clandestino de Jesús; prestó su sepulcro nuevo para enterrar a
Cristo. En este momento aparece sin ningún reparo.
Y Nicodemo. Éste es aquel de quien nos cuenta san Juan, en el capítulo
tercero de su Evangelio, que fue a visitar a Jesús de noche. Un
encuentro que caló enormemente en el alma del Senador. Si no naces de
nuevo no entrarás en el Reino de los cielos, le dice Jesús. Y él quiere
volver a nacer por el Agua y el Espíritu. También ahora sale a la luz y
está donde debe estar. Da la cara por Jesús y cumple la misión de
desclavarle de la cruz, envolverle en la sábana y llevarlo al sepulcro.
Nicodemo muestra su gratitud al Rabí de Nazaret.
Vuelvo a Mariano González: “Un aspecto interesante del conjunto es el
fondo, al que se pretendió dotar de un toque naturalista mediante la
colocación de figuritas ocupadas en tareas cotidianas e inmersas en un
paisaje. Dicho paisaje está formado por una montaña con una fortaleza en
la cima, de la que descienden murallas hacia la falda, donde se asienta
la ciudad también amurallada. Y en ello radica su interés, porque se
trata de una representación idealizada de Xàtiva”.
Don Carlos Sarthou dice que esta Piedad fue un regalo del Papa Alejandro
VI a la Colegiata, pero no tenemos ningún documento que lo confirme y en
el retablo tampoco existe ningún signo borgiano. Parece ser que el
artista era local de principios del siglo XVI. El retablo está muy
repintado con los años y eso nos impide ver los colores originales. Está
prevista su restauración y será entonces cuando podremos apreciar la
belleza original de la pieza.
De todas formas yo les invito a pasar por esta capillita y detenerse un
buen rato y al contemplar el retablo llevar a la oración el misterio de
la Pasión de Cristo y la figura entrañable de la Mater Dolorosa.
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