En la procesión sobresalían el
carro de los labradores que revelaba mucho ingenio y arte en su autor, y
el que costearon los fabricantes de licores Srs. Aparici y Sanz, muy
apropiado a la industria a que se dedican, pues representaban una enorme
botella de Granadina, de cuyo jarabe son especialistas.
Un largo paréntesis de espera para que el apiñado concurso se coloque lo
más cómodamente posible y comienza a desfilar la procesión., la
grandiosa procesión de la que guardarán memoria por mucho tiempo cuantos
tuvieron la dicha de presenciarla, no por la ostentación de andas y
atributos, sino por su numeroso y escogido acompañamiento. Más de tres
cuartos de hora estuvo pasando por entre compactas fi las el piadoso
cortejo, cautivando la admiración de los circunstantes su porte
circunspecto, su andar grave y mesurado, la alegría de sus semblantes en
los que se retraba la devoción intensa que ardía en sus corazones, y
entre aquellas dos hileras interminables, pequeñuelos vestidos de
blanco; las imágenes de san José y san Félix, antiquísimas esculturas
que inspiran veneración; los estandartes y guiones de los gremios; seis
bandas de música distribuidas convenientemente; las cruces y cleros
parroquiales y de la Seo, y, por fin la venerada imagen de la Patrona de
Xátiva, la Virgen Santísima de la Seo llevada por doce hombres sobre
ricas andas de plata, y tras de ella el Abad y asistentes, el Municipio
presidido por el Sr. Gobernador, el bizarro general Sr. Gasco y el
Alcalde de la ciudad D. Ricardo Font.
Templete campanario
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La entrada de la procesión en el templo fue una de esas escenas que
impresionan vivamente y que quisiéramos durasen mucho tiempo para
solazarnos gozando en estos pasajeros y tenues destellos de la felicidad
eterna, que inundan por unos instantes de sensaciones dulcísimos, de
efectos purísimos, de bienandanzas inenarrables nuestro pobre corazón.
Es la entrada de la Virgen en su casa entre los vítores de la multitud,
los ecos armoniosos de las músicas, las notas graves y majestuosas del
órgano, los cantos de la iglesia y el dulce murmullo de las plegarias
que de muchísimos labios brotaban ardientes y devotísimas pidiendo a la
Madre aquello que esperaban conseguir de su corazón purísimo.
El que no haya presenciado un cuadro tan bellísimo como representa la
entrada de la Madre de Dios en el templo en una fiesta centenaria, no
puede formarse la idea ni siquiera aproximada de la emoción que se
experimente, del intenso amor que se siente por aquel objeto purísimo de
devoción que tal vez no han de ver ya nunca los hijos de la ciudad que
la proclaman por Patrona y Reina, pasear triunfalmente sus calles y
plazas; bendiciéndolos a todos y llevando al seno del hogar el dulce
reflejo de la eterna bienaventuranza, los tesoros celestiales de sus
gracias y el raudal nunca extinguido de su afecto maternal.
Las once y media de la noche eran cuando terminó fiesta tan hermosa, y
aunque el cansancio y la fatiga tenían rendido nuestro pobre organismo,
todavía quedaban dos festejos de importancia para completar el programa
de este día memorable: la serenata por todas las bandas de música que
habían asistido a la procesión, y el magnífico castillo de fuegos
artificiales.
Para la ejecución de estos festejos se había designado la espaciosa
plaza de la Balsa, lindante con la no menos espaciosa del Españoleto,
que aproximadamente ocupan entre las dos un área de mas de 200 metros
cuadrados.
Parece imposible que el gentío pudiera invadir espacio tan inmenso, y
sin embargo, hubo momentos en que se hacía difícil el tránsito,
calculando en más de 10.000 almas las que se asociaron a tan notables
festejos.
Tanto la serenata como el castillo fueron digno remate de las fi estas
centenarias, siendo aplaudidos calurosamente cuantos tomaron parte en
dichos números, que terminaron a las dos de la madrugada.
He concluido mi misión; pero antes de cerrar estas cuartillas, séame
permitido enviar desde lo más íntimo del corazón mi más cumplido
parabién a todos y cada uno de los organizadores de las fi estas
centenarias, que han demostrado con toda evidencia que la devoción a su
celestial Patrona les ha convertido en gigantes para llevar a cabo en
tan poco tiempo el enorme trabajo que representa la organización de unos
festejos tan grandiosos y espléndidos, de los que guardarán memoria
indeleble los hijos de Xátiva y cuantos han concurrido a presenciarlos.
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Mi enhorabuena, especialmente, al celosísimo señor Cura arcipreste D.
José Plá, y al dignísimo alcalde, D. Ricardo Font, que con la ayuda de
algunas personas entusiastas han obrado el milagro, y sea todo a la
mayor gloria de Dios y de su Madre adorada la Virgen Santísima de la Seo.
Este fue el reportaje escrito sobre el tercer centenario del Miracle del
Lliri de la Mare de Déu de la Seu. Con la literatura propia de la época,
el periodista nos ha descrito de manera viva, emocionada, entusiasta,
los actos que Xátiva vivió en agosto de 1900.
Gracias a este reportaje o similares a este hacemos historia. De ahí la
importancia de escribir; yo lo digo muchas veces, lo que no se escribe
se olvida. Qué pena sería que pudiéramos estudiar los hechos ocurridos
hace quinientos años y no tuviéramos escritos de lo sucedido en el siglo
XX. En muchos lugares ha ocurrido, no encontrar reflejo de la historia
parroquial por no escribir nada de lo que se celebraba.
Terminado este interesante reportaje, continuaremos con estos primeros
años del siglo XX, que fueron para la historia de la Colegiata muy
interesantes.
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