San Jacinto Castañeda y el

(poco) compromiso de los

católicos de hoy

 

 

Publicado en el semanario «Paraula-Iglesia en Valencia», 
el domingo 7-XI-2004.

 

Por Lorenzo García Serrano

Procesión multitudinaria por las calles de Xàtiva

    

 

     A poco que nos adentramos en la extraordinaria vida de SJC lo primero que me viene a la cabeza es que a los católicos del S.XXI nos debería caer la cara de vergüenza. Así de duro y así de triste... Sé que hay muchos y buenos cristianos pero, en general, los católicos parecemos acomplejados ante el "fundamentalismo laico", esa nueva religión que domina la opinión pública. Estamos tan intimidados ante la posibilidad de ser señalados con el dedo como fachas, conservadores, de derechas.., que negamos con nuestro silencio a Jesús cuando escuchamos ofensas hacia El o hacia los miembros de la Iglesia. Miramos para otro lado como si no fuera con nosotros y, la peor de las veces, hasta reímos sus gracias. Tratamos de convencemos de que las habituales blasfemias, burlas e injurias que recibe no tienen importancia y que nunca llegarán a socavar nuestra Fe. ¡Qué equivocados estamos! Y luego queremos que El escuche nuestras plegarias cuando nos vienen mal dadas...

 

Aislarnos de la doctrina de la Iglesia nos ha dejado desnudos de argumentos con que defender nuestra fe

     Nos asusta manifestamos como católicos porque tenemos miedo a ser ridiculizados por los falsos "progres" que, con el simplismo dialéctico de sus etiquetas, se han apoderado de palabras como progreso, democracia, justicia, igualdad etc... y nos han arrinconado contra las cuerdas como retrógrados, inmovilistas o reaccionarios, coartando así nuestra libertad de expresión y yo diría que hasta de pensamiento.

 

     Y ello sucede, porque nos faltan muchas de las convicciones que deberían ser normales en todo creyente. Tanto aislamos de la doctrina de la Iglesia nos ha dejado desnudos de argumentos con que defender nuestra Fe. Parece que hayamos dado por perdida la partida con todos los órdagos que nos lanzan a diario...

 

     Pero claro, ¿cómo no va a suceder así si hemos descafeinado nuestra práctica cristiana cotidiana, si la hemos aligerado de todo lo que nos suponga un esfuerzo? Mientras en los grandes almacenes compramos la ropa por tallas, en materia de religión nos la hacemos a nuestra medida, como sastres experimentados, eso sí, sin patrón y sin agujas.

 

     Si asistimos a Misa (práctica que hemos ido abandonando porque "basta con ser buena persona..." o porque tampoco queremos ser tachados como "beatos"), lo hacemos con el tiempo justo, sin alegría. No oramos, no cantamos, tiramos la calderilla que nos sobra cuando pasan la bandeja y hasta dejamos de arrodillamos en el momento de la Consagración sin causa justificada, porque nos hemos vuelto unos dejados o porque nos preocupa más la raya del pantalón que mostrar respeto ante el Santísimo. (Qué curioso que ese cuidado por la arruga desaparezca a la hora de sentarnos).

 

     Eso sí, cuando viene Semana Santa o celebramos con procesión a nuestros Santos, nos encanta desfilar disfrazados, porque ahí sí que está bien lucir el palmito o porque hemos reducido la religión a folklore. En ellas mostramos un fervor que no vivimos a diario, aparentamos una Fe que negamos con nuestros actos.

 

     Hasta el sentido de la Navidad lo hemos reducido a una mera celebración gastronómica y de consumo. Por cierto, estos días los musulmanes celebran el mes del Ramadán con su ayuno diario ¡Qué diferencia! Mientras nosotros incumplimos un sacrificio tan ligero como el de abstenemos de comer carne los viernes de Cuaresma...

 

La "tele-basura" se ha convertido en la correa de trasmisión de toda su ideología laica

     ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces como SJC de salir a una plaza pública y evangelizar, no ya a vietnamitas en una lengua y unas costumbres extrañas, sino a nuestros propios vecinos o amigos, si "pasamos" de comunicar a nuestros hijos la Fe que heredamos de nuestros mayores, si los hemos abandonado ante la fiebre consumista y libertina de nuestros días?

 

     ¿Cuántos de nosotros no nos cuestionamos leyes aberrantes contra la vida humana como el aborto y la eutanasia y hasta lo consideramos un mal necesario? ¿Cuántos de nosotros callamos ante la posibilidad inmediata de que dos homosexuales puedan llegar a adoptar a un hijo de padres heterosexuales? ¿Cómo podemos votar a unos políticos que se aprovechan de su cargo para enriquecerse; que si se acuerdan de sus votantes es en vísperas de elecciones; que seguros de nuestros votos son capaces de negociar nuestros principios por captar un segmento minoritario del electorado; que nunca van a Misa pero les encanta presidirlas en las celebraciones importantes?

 

     En estos tiempos de sobreabundancia de cosas banales, de tantos bienes de consumo innecesarios, hemos renunciado a lo más importante: los valores éticos y morales. La sociedad del "bienestar", que como su verbo indica es un estado pasajero, ha triunfado sobre la del "bien-ser", que es un valor permanente.

 

     La "telebasura" se ha convertido en la correa de transmisión de toda su ideología laica. Su ejemplo más lamentable son las exitosas Crónicas Marcianas de todos los días, las cuales algún día la Historia juzgará todo el daño que está haciendo a nuestra juventud, que ve en ellas un modelo de conducta. Esa inmundicia, que entra en nuestras casas con vitola de "progre", promueve la exaltación de la libertad sin medida, la falta de diálogo y de respeto como norma, el insulto y el exabrupto como argumentos y la ausencia de la mínima reflexión lúcida y serena. Todo ello sin recordarle a la juventud que cuanto mayor es la libertad que disfrutamos mayor es la responsabilidad que contraemos.

 

     Andamos tan alejados del sentido trascendente de nuestras vidas, tan olvidados de Dios (del que solo nos acordamos ante la enfermedad o en la hora póstuma); estamos tan "ocupados" cambiando de canal de TV con el mando a distancia o mandando "mensajitos" con el móvil o por internet, que a veces me pregunto si no estaremos pisando todos los días la Cruz que SJC besó con amor antes de ser decapitado.

 

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