San Jacinto, estímulo para jóvenes cristianos

 

Publicado en el semanario «Paraula-Iglesia en Valencia», 
el domingo 7-XI-2004.

 

Por Javier Borrás

 

 

     "La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos". Cuando se entrega la vida a los treinta años por causa de anunciar el Evangelio del Señor hay que tener una coherencia de vida y una formación sólida de la Vida Eterna.

 

     San Jacinto Castañeda de muy joven los dominicos le instruyeron en una autentica vida cristiana, con conceptos claros y coherentes en los caminos del Señor. Ciertamente la base estuvo en la familia que, con una vida sencilla, le fortaleció en el buen combate de la fe. A los ocho años se queda sin padre y este hecho marcó la vida del futuro santo. Su madre le transmitió el amor, la confianza, la oración, el valor de los Sacramentos, la fortaleza.

 

     Sin una formación doctrinal seria y clara de los retos de la vida del cristiano san Jacinto no hubiera podido soportar el hambre, la desnudez, las persecuciones, las injurias, la constancia y la perseverancia como tuvo que soportar muy lejos de su hogar materno y dar la vida por el Reino de Dios. Su vida de sacerdote se desgastó entregándose a sus hermanos. Se pasaba toda la noche confesando e instruyendo a los fieles de la iglesia de Vietnam, pues es perseguida en pleno día.

 

     Pero tiene claro que son los Sacramentos y la oración lo que santifica, lo que transforma, lo que une a Dios, y esa es la gran tarea a la que se entrega. En la Eucaristía vive a Dios, junto con el Señor y la Virgen María, en el sacrificio de la Cruz, ofreciéndose a sí mismo y podrá decir: "Aquí estoy, Señor, para hacer Tu Voluntad".

 

     Preparó a su familia para el cumplimiento de su misión en la carta que le escribió a su madre:

 

     "Mi querida madre, mi elección ha sido padecer trabajos por mi Señor y persecuciones por la fe. Desapasiónese usted de afectos y se encontrará contenta de que Dios se lleve un hijo suyo para tan gloriosa empresa. Quizá Dios nuestro Señor me tendrá destinado como instrumento suyo para la conversión de muchas almas, no porque me halle en méritos de tan glorioso triunfo, sino para que se manifieste su gloria en las cosas débiles. ¡Dichosos los trabajos y dichosas las persecuciones, si después de todo esto mereciese la conversión de algún alma!"

 

     El amor es infinitamente más grande que todas las vicisitudes que podamos pasar en esta vida. San Jacinto Castañeda es un gran ejemplo para los jóvenes de hoy. Siendo libre se hizo esclavo para salvar a algunos y anunciar la felicidad verdadera, dando ejemplo de su vida entre lo que predicaba y lo que hacía.

 

     Vivir la auténtica vida de cristiano comprometido no ha sido fácil nunca, ni entonces ni ahora.

 

     Puede que el Señor hoy no nos pida derramar nuestra sangre por El, aunque nunca se sabe, pero si que nos pide nuestra voluntad y generosidad para ser colaboradores en el anuncio de su Reino, que no es de este mundo. Los jóvenes deben saber que en esta vida no se regala nada, que todo cuesta y que en la vida las decisiones que tomamos nos llevan por un camino o por otro; nada es gratis. Ver como vivió san Jacinto es un estímulo para que comprendan que la recompensa de la Vida Eterna es preferible a todas las vanidades de este mundo.

 

     En la Confirmación recibimos la fortaleza necesaria para ser católicos de hoy en un mundo muchas veces contrario a ser iluminado con las verdades de la fe, con conceptos claros y sin dobleces, a vivir en el mundo sin ser del mundo, aunque disfrutando de esta vida.

 

     El amor a la Virgen María estuvo presente siempre en san Jacinto, pero sobre todo el cumplimiento del deber, hacer la Voluntad de Dios con humildad, como le escribió a su hermano en una carta al poco de ordenarse sacerdote:

 

     "Yo tengo entendido, mi querido hermano, que en aceptar este ministerio que la obediencia me manda no hago más que ofrecer a la divina Majestad ocasión de manifestar la grandeza de su poder y de su misericordia, pues yo no veo en mí las cualidades necesarias para tan alto y glorioso ministerio".

 

     El Amor de Dios ha sido un derroche para con nosotros. Disfrutemos de esta vida entregándonos al Señor con alegría, humildad y sencillez.

 

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