San Jacinto Castañeda
estímulo para los cristianos
del siglo XXI
Especial
publicado en la revista Caminem
Junts
Nº 68 SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2004
El tema
central de este número de la revista lo dedicamos a nuestro santo
Jacinto Castañeda.
Él
vivió con todas sus consecuencias la fe en Jesucristo y arriesgó su
vida por el
Evangelio. Hijo de Xàtiva y santo de la Iglesia universal. el 7 de
noviembre de 1773 entró
en el cielo por la puerta principal coronado por Jesucristo.
La
noticia de su martirio tardó un año más tarde a su familia. Tenemos
documentos
preciosos que narran la reacción de la familia y la comunidad
cristiana al enterarse del glorioso martirio de su hijo Jacinto.
Por el interés histórico transcribimos dichos documentos
respetando la ortografía original. |
El Cabildo eclesiástico acuerda
dirigirse al Civil proponiendo
celebrar conjuntamente el martirio de
Fray Jacinto Castañeda.
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Hizo presente una carta
de el Rvdo. Prior de el Convento de sto. Domingo de esta ciudad en
la que participava el haver muerto por la fe según las noticias y elogio dado
por el Beatísimo Papa reinante Pío VI, el Pe. Fray Jacinto Castañeda, natural
de esta ciudad e hijo de este convento de Sto. Domingo a quien quitaron la vida
en Tunkin en el año pasado de mil setecientos setenta y tres cuya aplausible
noticia comunicava a este Ilustre Cabildo para que hiciese el aprecio
correspondiente a un asumpto tan glorioso a esta su patria lo que entendido por
los señores acordaron que el infrascrito racional responda en nombre del
Cabildo a dicho Pe. Prior y Comunidad de Sto. Domingo de esta ciudad apreciando
tan buena noticia y congratulándose según corresponde al asumpto y
ofreciéndole manifestar los deseos con alguna demostración eclesiástica
según aya lugar en semejantes ocurrencias y al mesmo tiempo dio comisión al
señor Sindico para que conferenciando con los señores comisarios de la Ilustre
Ciudad de mutuo acuerdo se disponga lo que paresca conveniente y se determinará
en otro cabildo. 15 de enero.
Foli 44 Deter. 1775-1778.
Archivo de la Colegiata de Xàtiva
El regidor de fiestas, Dn. Tomas Jacinto
Aliaga, propone los
actos a realizar para solemnizar el
martirio
de fray Jacinto Castañeda.
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Dn. Thomas Jacinto Aliaga
y Blesa dize: Que como a comisario o Subdelegado Regidor de
fiestas, por medio de un sacerdote dominico se le entregó la adjunta carta
del Padre Prior de Predicadores. Que no ha podido hacer presente a la
Ilustre ciudad por no haver celebrado Cabildo, ni en el día, por defecto
de capitulares, a cuyo fin, y atendido por el Canónigo Racional comisionado
del Cabildo Eclesiástico solicitando saber si la ciudad resolvia sobre dicho
asumpto y manifestado en la conferencia, que si parecia, podría
celebrarse un Te Deum, pues el Cabildo así o proyectaba. Ha parecido al
exponente no perder tiempo, manifestando el Señor Corregidor esta
urgencia y glorioso suceso en honor de la Patria y de la Religión, por si le
parecia mandase pasar la caxita a los Señores Vocales a fin de que en
vista, resuelvan lo que estimen. Pareciendo al exponente por lo que así
respeta, será conforme, se pase recado al campanero, que el sábado, a
las almas, toque al buelo las campanas, anunciando la novedad, que el Domingo
por la tarde, después de los oficios se catará el Te Deum en la Iglesia
Colegial, cuia hora es a propósito para que las Comunidades concurran,
avisando al subsíndico el día antes, para que en sus respective cantos,
toquen también, oyendo las de la Iglesia mayor, con lo demás que pueda
advertirse en la conferencia con el Comisionado de el Ilustre Cabildo,
que espera respuesta. San Felipe y enero 23
de 1776.
Thomas Jacinto Aliaga y Blesa
Libro de Actas Capitulares de
la Ciudad de san Felipe, año 1776. F. 165-165 v.
Contestación
del Cabildo Civil al Eclesiástico sobre los actos a celebrar.
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El infrascrito hizo
presente haverse conferido con los señores Regidores electos de fiestas sobre
las gracias que se havian de dar a Dios por la feliz noticia de el Venerable Pe.
Jacinto Castañeda, hijo de esta ciudad y que havian resuelto que el sábado a
medío día se hechasen las campanas al buelo y por la noche al toque de las
almas y que el Domingo por la tarde después de completas se cantase el Te Deum
con la asistencia de todas las comunidades, lo que aprobamos. 26 de enero.
Fol 45 Deter. 1775-1778.
Archivo de la Colegiata de Xàtiva
Los cabildos civil y eclesiástico
acuerdan solemnizar
la muerte de Fray Jacinto Castañeda con
la iluminación de la Casa de la Ciudad y la Iglesia Colegial,
dos toques de campana y Te Deum.
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Los señores Comisarios
de Fiestas Dixeron: Que a consecuencia del acuerdo de esta Ciudad
tomado por caxita, se havian conferido en el Aula Capitular del Cabildo
comisionado sobre el modo que se havia de solemnizar la función por haver
muerto a manos de tiranos y en defensa de la fe, el Padre fray Jacinto
Castañeda, del Sagrado Orden de Predicadores en la ciudad de Tunkin, en la
China, e hijo de esta ciudad y su convento; y conforme, acordaron esta gloria al
común y lo propio a las segundas oraciones, como todas las comunidades de esta
ciudad, a las quales por el subsindico de la misma se les pasaria recado para su
asistencia y de ambos cabildos al Te Deum en la Iglesia Mayor, mañana por la
tarde, concluidos los oficios. Y que si la Ylustre Ciudad determinava poner
luminarias en sus Casas Capitulares, las pondría el Cabildo Eclesiástico, como
tenia acordado, y si lo contrario, no lo practicarian por no desairarla, de que
esperava aviso. Y el Ayuntamiento quedó entendido, y acordó que los Señores
Comisionarios dispongan que en las Casas Capitulares se pongan los timbales y
Clarines y demas que estimen por conveniente al honor de la funcion, pasando el
correspondiente aviso al Ylustre Cabildo y respondiendo a la carta del Prelado
del Convento de Santo Domingo en aprecio de su atención en que ha enviado un
exemplar inpreso de la Locución del Sumo Pontífice con el motivo del martirio
padecido por dicho Padre Castañeda y declaración de los Cardenales y que se
archive.
Libro de Actas
Capitulares de la Ciudad de san Felipe. Año 1776. Cabildo del 27 de enero de
1776. Fs. 7-7 v.
Acuerdo tomado por el Cabildo Civil en
el Aula Capitular
de la Seu de Xàtiva para que, en
atención a las excepcionales
circunstancias, José castañeda,
Subsíndico del Ayuntamiento,
presidiera el Te Deum en honor de su
hermano
junto a las autoridades.
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Diligencia/: En la Ciudad
de san Felipe a los veinte y ocho días del mes de enero de mil setecientos
setenta y seis años; estando juntos en el Aula Capitular de la Iglesia Colegial
siendo como las tres de la tarde el Señor Don Joaquín Ussé, Alcande Mayor por
su Majestad de la misma y los Señores Dn. Gerardo Llazer, Dn. Thomas Jacinto
Aliaga, Dn. Francisco Agulló, Regidores de su Majestad, y el Dr. Dn. Tomas
Candel, Diputado del común a que havia sido sitada la Ciudad para asistir a la
función del Te Deum, acordaron por el Ayuntamiento, con asistencia de ambos
Cabildos y Comunidades, por haver muerto a manos de tiranos y en defensa de la
fe el Padre fray Jacinto Castañeda del Orden de Predicadores, hijo de esta
Ciudad, en laa China, en su atención y de que su hermano Josepf Castañeda es
Subnsíndico de esta y que dicho suceso hera en honor de su familia y gloria de
la Patria, resolvieron se sitase a dicho Subsíndico para que concurriese a
dicha función en el Cuerpo de la Ciudad alternando a la izquierda del
Secretario por esta vez, y sin exemplar, quien en efecto haviendo sido avisado
dicho Subsíndico Comisario a dicha función según queda determinado. Y para
que de ello conste, de orden de dichos Señores lo pongo por diligencia en el
presente libro de que doy fe.
Luis Meliana
Libro de Actas Capitulares de
la Ciudad de san Felipe, año 1776. F. 12 v.
Estos escritos de
las actas reflejan lo que la ciudad y la Iglesia de Xàtiva vivieron con
motivo de la muerte
martirial de nuestro Santo. Luego ya celebraron grandes festejos en la
beatificación y Canonización de
san Jacinto Castañeda. |
Alocución
de
nuestro Santísimo Papa Pío por la Divina
Providencia Papa VI.
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Día
13 de noviembre de 1775 de la preciosa muerte de Jacinto Castañeda,
español.
Y Vicente de la Paz, tunkinés, de la orden de Predicadores,
Misioneros
Apostólicos en el reyno de Tunkin.
Venerables
hermanos
Plugo al
Padre de misericordias y Dios de todo consuelo dar un alivio muy grande a
nuestras angustias. No sudamos, que tenéis presente, Venerables Hermanos, con
quanto miedo y estremecimiento de ánimo tomamos la carga de la dignidad
Pontificia, pesadísima singularmente en estos tiempos tan malos. Pero
fortalecidos con la Divina promesa, de que peleará por nosotros y su Iglesia,
el que es mayor siempre para proteger, que el diablo para impugnar; entre los
peligros de tantos males, entre congojas y amarguras, confortándonos Dios, no
decaímos de ánimo, sabiendo, que el hospedage de este mundo está lleno de
tristeza y lágrimas, y no se puede recibir la corona de los dolores y trabajos,
si no precede la constancia en el dolor y en padecer. Por beneficio de aquel, a
cuya voluntad obedecen los tiempos, y sirven los elementos, vimos, quando no lo
esperábamos, crecer la abundancia de las mieses, abundar de frutas los
frutales, los olivares rebozar de frutos, y de esta suerte darsenos los socorros
de la vida temporal. Quanto más, aunque por todas partes atacan u acometan los
enemigos la viña del Señor, él mismo la guardará, para que sea estable y
firme nuestra fe, fundada sobre firme piedra, como la Esposa, reclinada sobre su
Amado.
La repromoción de este patrocinio poco ha recibido del Señor, que
viendo combatida la Religión Católica con innumerables torbellinos, levantó
en el Reyno de Tunkin varones fortísimos, y fervorosos en la caridad, para que
triunfando insignemente del enemigo comun con la propia sangre, hermosearon la
Iglesia con nuevas coronas. Esto es lo que nos llena de grande regocijo,
Venerables Hermanos, este es el esclarecidísimo beneficio hecho a la Iglesia en
medio de tan grande abatimiento de la caridad, y de una corrupción tan grande
de costumbres. Esto mismo alegres os anunciamos, para que seais participantes de
nuestro gozo.
Por Carta del Venerable Hermano Jacobo Hierocesariense, Vicario Apostólico
en el Reyno de Tunkin, se ha hecho saber a nuestra Congregación de Propaganda
FIDE, que dos Misioneros de la Orden de Predicadores, que allí mismo
exercitaban el sagrado Ministerio del Apostolado, habiendo sido presos, y
detenidos en presencia del Rey profesaron la Fe Católica con ánimo invencible,
y habiendo padecido escarnios y tormentos, finalmente menospreciadores de la
vida y triunfadores de la muerte, entregaron con intrepidez al Verdugo su
cabeza. Uno de ellos se llamaba Jacinto Castañeda, español de nación; el otro
Vicente de la Paz, tunkinés. En breves palabras os referiremos ahora la narración
prólixa del Obispo Hierocesariense.
Habiéndose Jacinto por espacio de cinco años empleado en Tunkin, en el
territorio que se le había señalado, en predicar la Palabra de Dios, en oír
Confesiones, y en procurar la salvación de las almas, el día 1 de julio del año
1773, al volver a casa después de haber administrado los Sacramentos a un
enfermo, fue preso por un infiel, que le perseguía acompañado de tropa de los
suyos: y habiendo sido llevado por diferentes partes sin comer ni beber por
espacio de dos días, fue presentado al Vice Gobernador. Pedian por su rescate
una suma grande de dinero, que ningún Christiano pudiese pagar. Por tanto fue
puesto en una jaula de cañas, tan estrecha y baxa, que ni había lugar para
estar de pie, ni echado.
Habiendo sido preso no mucho después Vicente de la Paz con no menor
crueldad, fue encerrado en otra jaula semejante. De este modo fueron los dos
llevados a la Corte; y para que constase a todos por qué estaban así presos en
cada jaula escribieron con letras grandes la causa: Maestros de la Ley de los
Portugueses: esto es, Preceptor de la Ley de Dios y de la Doctrina Evangélica.
Llevados a la presencia del mismo Rey, y habiendo sido preguntados,
respondieron: que ellos anunciaban a las gentes la Ley del Sumo Dios, para que
sirviendo ellas al mismo, fuesen glorificadas en la vida inmortal. Se hizo
juicio, que en esto había crimen bastante, para que fuesen ellos condenados a
pena capital. ¿Con qué valor, pensais oyeron esto los Obreros Evangélicos? ¿qué
dixeron? O ¿qué pensais que hicieron ellos? Levantando Jacinto con las manos
la imagen de Jesu Christo, predicando con alta voz su Divinidad y amor
incomparable para con los hombres, pidiendo perdón de los pecados, haciendo
actos de amor encendísimo para con Dios, pronunciando distintamente el Símbolo
de los Apóstoles implorando el amparo de la Beatísima Virgen baxo la invocación
del Rosario, el día 7 de noviembre de dicho año 1773, como oveja, que estando
para ser tragada del lobo, no gime, no da voces, no se queja, sino que
silenciosa espera la muerte, y cede a los dientes de la voracidad, le fue
cortada la cabeza.
A Vicente, que estaba envuelto en la misma Causa, se le había ofrecido
la oportunidad de libertarse de la sentencia cruel: pues las Leyes del Reyno
solamente mandaban se castigase a los Misioneros, pero no a los del País; y
algunos pedian ya se tratase otra vez, y reconociendo su Causa. Pero él
encendido con la emulación de la muerte del Compañero, y contradiciendo con ánimo
invencible, y deseando tener Sentencia igual a la de Jacinto, como era común a
la Causa y morir por Christo, acabó gloriosamente l carrera de su Apostolado,
en el mismo día y con el mismo género de muerte.
La muchedumbre copiosísima de los Cristianos, que estaban presentes al
espectáculo, a exemplode Tobías, que temiendo más a Dios que al Rey,
arrebataba los cuerpos de los muertos, y a medía noche los enterraba, habiendo
recogido los cadáveres de los Misioneros, con piadoso rito los sepultaron en la
Iglesia del Pueblo de Trulin. El Rey arrebatado de la ira, mandó por público
Edicto cruel persecución contra los Cristianos, semejante a la que escribe sam
Jerónimo baxo los Principes Romanos. Por lo que se llenaron las cárceles, se
exigieron con violencia los dineros, los Templos fueron destruidos, las casas
derribadas por el suelo, los Cristianos se retiraron a las cuevas; pero todos,
vencida la contrariedad del tiempo, menos preciada el hambre y los peligros,
armados con el escudo de la salud, lo superaban todo, por Aquel que nos amó.
Quando leíamos estas cosas, nos oprimian lágrimas de consuelo y
sollozos agradables, al ver, que la verdad de nuestra Fe, quanto más se empeñan
en obscurecerla, tanto más es ilustrada con rayos más resplandecientes. Lo que
de la Carta hasta aquí referida os anunciamos de los dos Atletas de Christo,
claramente indica, que el odio a la Católica religión movió al Tirano a
quitar la vida a los Varones Religiosísimos, y que ellos sufrieron la muerte
por la Fe; de lo qual bien se deduce que por igual causa e igual pena los dos
lograron igual palma de Martirio Consumado.
Este trofeo de unos hombres fortísimos nos trae a la memoria aquellos
antiguos tiempos, en que la fe de Christo, quando con la sangre de innumerables
Mártires se sembraba por toda la redondez de la tierra, para brotar con más
fecundidad, penetró aún antes de la infección Nestoriana, hasta el Imperio de
China cuya provincia, según dicen, fue Tunkin en otro tiempo, y nos alegramos
grandemente en el Señor, que ni en el día faltan hombres ricos en virtud, que
derramando su sangre, se esfuerzan a restaurar allí la misma Fe. Sabemos también,
que ha habido otros muchos, que no muchos años ha se distinguieron con esta
grande alabanza del Maertirio; pero la alabanza de Jacinto y de Vicente en tanto
es más útil y fructuosa, en quanto con su Corona añadida a muchísimas
Coronas de otros Mártires, no solamente aprovecharon a aquellas partes remotas,
sino que pueden también aprovechar muchísimo a nuestros Países, en que es
combatida estos días la Fe Cristiana con Doctrinas venenosas.
Aunque más lo contradigan los enemigos de la profesión Católica, no
pueden dexar de entender, aunque a pesar suyo, que a los demás argumentos de la
certeza de nuestra Fe se les añade grande fuerza de la virtud de los Mártires,
y de la alegría con que murieron. ¿Cómo hubieran de su libre voluntad corrido
al Martirio más de los que pudiese matar la crueldad de los verdugos? ¿ Cómo
hubieran ido volando a los tormentos los que eran distinguidos en linaje y
honores, y los que abundaban de riquezas y comodidades para la vida? ¿Cómo
hubiera habido tantas Doncellas nada medrosas, Jóvenes intrépidos, Rudos
invictos, atormentadores convertidos, sino hubiera Dios, socorriendo con un modo
invisible a los que peleaban por la verdad legítima, acabado la carrera del
Martirio, como que solo él puede vencer el sentido y la naturaleza? Por esto
con razón enseñaron los Santos Padres, que por el Martirio aprenden los
hombres a creer a Christo; los que dudan, se fortalecen; es defendida la Religión;
y fortalecida la Iglesia.
Por lo que quanto más vehementes fueron los acometimientos de los
enemigos, tanto con más abundante renuevo brotaron unas de otras las palmas
logradas de los feroces Tiranos. Sobre esto es ilustre la sentencia de Suplicio
Severo: Quando dice, casi todo el mundo estaba teñido con la sangre de los Mártires,
a competencia entraban en las batallas gloriosas, y con mucho mayor deseo se
buscaban entonces los Martirios con gloriosas costumbres que se apetecen ahora
los Obispados con ambiciones viciosas.
Son conformes los dichos de los Santos Padres; comprueban esto mismo los
monumentos sagrados; lo confirma la propagación de las Misiones Apostólicas.
Oxála pues, con el documento de nuestros Mártires, los sabios de este
siglo dén de mano a las opiniones falsas, así como ellos menospreciaron su
vida por la verdad de la Fe; y ya que no les pueden seguir por los tormentos, síganles
en la virtud. Oxála piensen en lo íntimo de su corazón, que quando los Mártires
con una lucha cruel nos recomiendan la Fe verdadera, hace Dios, sea instrucción
de los venideros, la aflicción de los que precedieron; a ellos les examina,
para enseñarnos a nosotros; a ellos les destroza, para ganarnos a nosotros; y
sus tormentos quiere sean adelantamientos nuestros.
Después de haberos con gozo grande de nuestro corazón acordado estas
cosas, juzgamos ser oportuno descubrir nuestra alegría, no sólo con palabras,
sino también con señales manifiestas.
Por esto volvemos nuestro pensamiento a la esclarecida Orden de
Predicadores, dignísima de toda recomendación, de la qual así como los dos
antedichos Alumnos han dado materia muy grata a esta nuestra Alocución; así
también otros muchísimos distinguidos en santidad, doctrina y dignidad, tiempo
ha que movieron nuestra devoción, para que tomáramos el nombre de aquel, que
al mismo tiempo acrecentó la gloria de la Familia Dominicana, y de la Cátedra
Apostólica.
Para dar pues testimonio de nuestra singular benevolencia a la misma
Orden, hemos resuelto adornar con la Púrpura al que casi veinte años ha con
tan grande alabanza le preside; que a nadie ha complacido en lo que no ha sido
conveniente. Es a saber, al Maestro Juan Thomas de Boxadors; quien queremos,
retenga el Magisterio General, que deberá durar a nuestro beneplácito y de la
Silla Apostólica. ( ... )
En el nombre
del Padre, del Hijo, y del espíritu Santo. Amén.
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