Técnicas de ejecución, estado y proceso de conservación

 

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CORESAL

 

La iglesia de San Félix en Játiva está documentada como una de las iglesias más antiguas de España y fue declarada monumento histórico-artístico de carácter nacional el 4 de diciembre de 1930 por su excepcional arquitectura y contenido. Es una obra básicamente de la segunda mitad del siglo XIII cimentada sobre una arquitectura anterior, ya que en su interior se han hallado restos de una basílica visigoda. Como casi todas las edificaciones con una larga trayectoria histórica, posee una gran complejidad de elementos tanto estructurales como decorativos aportados por las sucesivas intervenciones, que cada época con sus necesidades ha ido añadiendo o eliminando, pero siempre transformando su apariencia y muchas veces la esencia de la obra primitiva.

 

En este contexto hay que situar el retablo de San Félix. Este retablo, como no podía ser menos, tiene también a su vez una vida larga y compleja y su estado actual muestra los avatares a los que a lo largo de su existencia se ha tenido que enfrentar. Nos lo muestra con la evidencia de las reposiciones de algunos elementos, con la eliminación de otros, unas veces dirigidos a paliar su deterioro físico, otras para cambiar su aspecto estético y ponerlo más en consonancia con la moda o las necesidades de la época. Como todo ser vivo nos muestra sus enfermedades, sus heridas, sus cicatrices, su vejez, su paso por la historia, con lo que ello tiene de trágico y grandioso: la lectura detenida de una obra como esta transmite la sabiduría de las diferentes épocas, con sus luces y sombras. Esta polisemia, alejada de visiones simples y rápidas, será la que permite la aprehensión de la esencia de la obra de arte y su desarrollo en el tiempo.


Moldura de Mazonería atacada por Xilófagos.
 

DESCRIPCIÓN DEL RETABLO Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

 

El retablo de San Félix es una espléndida obra gótica con forma de artesa y que por sus grandes proporciones (9x6 m.) se podría considerar probablemente como uno de los mayores de la Comunidad Valenciana.

 

La distribución espacial y los elementos que lo conforman son producto también de una idea inicial de realización del mismo, más la suma de las transformaciones que se han ido sucediendo a lo largo de su dilatada historia. Está compuesto por una predela con nueve espacios, ocho de ellos son tablas y el noveno, que ocupa la posición central, es un lienzo. Sobre la predela se eleva el cuerpo del retablo con tres calles, en las que se reparten siete tablas y dos tallas policromadas en una doble hornacina en el centro del primer tramo. Corona la estructura un ático con una única tabla en el centro. Por último hay que añadir las nueve tablas (en las que quedan representadas once figuras) que componen el guardapolvo, pieza singular que recoge los laterales y la zona superior del retablo.


La tabla de Dios Padre antes de la intervención.
 

A estas tablas y tallas que conforman el programa iconográfico del retablo hay que añadir los elementos góticos que componen la mazonería, pináculos, doseletes, tracerías y cresterías, todos ellos dorados y destinados a compartimentar, pero siempre realzando y ornamentando los distintos espacios en los que el conjunto queda estructurado.

 

Parece ser obra de un mismo taller valenciano, aunque se pueden apreciar distintas técnicas de ejecución e incluso diferencias estilísticas. Tradicionalmente se ha atribuido la predela al Maestro de Játiva, el cuerpo al Maestro de Artés y el guardapolvo al Maestro de Perea. Es evidente que hay más de una mano en la ejecución de las distintas partes del retablo, lo que corroboran además las diferencias de índole técnico.


Santa Bárbara. Estado inicial.
 

En la predela, la técnica pictórica empleada es la de temple de huevo aplicada con el rigor y la características típicas de ese momento. En algunas zonas se puede apreciar el dibujo preparatorio que delimita los personajes y las zonas de luces y sombras. En el resto de las tablas se introduce una mezcla de temples grasos y magros junto a colores al óleo, hecho que potencia las posibilidades plásticas, pero que como contrapartida posibilita la aparición de diferentes tipos de comportamientos y degradaciones de los materiales ante las diversas condiciones a las que están sometidos con el paso del tiempo. Esta mezcla de técnicas en la capa pictórica pone de relieve un momento de transición procedente de una tradición gótica que comienza a declinar, ante las innovaciones que trae consigo el Renacimiento.

 

Hay que observar que también son distintas las técnicas de preparación de las tablas. En alguna de ellas (como en el "Padre Eterno" y en la "Anunciación") se puede apreciar una tela por debajo de las capas de preparación y no siempre coincidiendo con las uniones del soporte. En otras tablas (como en "El Calvario" y en "La Virgen con el Niño") aparecen unos refuerzos de pergamino coincidentes con los puntos de unión de las tablas, y en otras se ha encontrado una mezcla de ambos materiales (tabla de "San Cosme") en la que el tejido se monta sobre el pergamino.


Repintes en las vestiduras de
San Cosme.
 

Los materiales utilizados en las capas de preparación de las tablas, según se ha podido comprobar por medio de los análisis llevados a cabo, son los clásicos en las tablas españolas, es decir, yeso y cola. En la aplicación de este aparejase han encontrado diferencias señaladas en los grosores de las capas, especialmente entre las tablas de la predela, que presentan un mayor grosor con respecto al del resto de las tablas. Esto se ha podido observar en aquellas zonas en las que la policromía ha desaparecido.

 

En lo que concierne a los aparejos de refuerzo en las uniones de las tablas realizados en el reverso se ha podido constatar que también son de distinta índole. Las tablas de la predela se encuentran totalmente cubiertas por un aparejo compuesto de yeso, cola y estopa. En otras, este tratamiento se simplifica o es inexistente.


Detalle de la cabeza de San Cosme
antes de la reintegración cromática.
 

Estas modificaciones técnicas tienen siempre un por qué, aunque no siempre en la actualidad podamos llegar a saber sus causas. Algunas se llegan a descubrir después de una ardua investigación, otras se pueden intuir o deducir cuando las diferentes partes del retablo se observan y analizan minuciosamente, como en el caso de una intervención con finalidad conservativa, que permite de una forma muy íntima y cercana percibir los pormenores de ejecución y la transformaciones que en la obra a tratar se han operado. Algunas de las explicaciones, probablemente muchas de ellas, quedarán siempre sumidas en un misterio que en algún momento del pasado no lo fue.

 

Algunos avatares se conocen porque existen documentos que los describen. Se sabe que en el siglo XVII se incorporó al espacio central del retablo una hornacina dorada al modo renacentista, de más de dos metros de altura y que fue encajada en la estructura de forma drástica mutilando tantos los pies derechos posteriores sustentantes originales, como los frontales ornamentales. Esto se llevó a cabo para albergar dos esculturas de madera policromada que representan a San Félix de Gerona y a San Félix de Lyón. La del primero (patrono del templo) es una talla del siglo XV y fue restaurada en 1645 por el escultor Antonio Mas, autor del otro san Félix, presbítero de Lyón. Ambas esculturas fueron a su vez redecoradas en 1735 con los mismos dibujos y colores.

 

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