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El Retablo Mayor de la Iglesia de San
Félix: |
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Lucía González Menéndez
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LOS SANTOS MÉDICOS: SAN COSME y SAN DAMIÁN
Según la leyenda, eran dos hermanos gemelos, médicos ambos y que sufrieron persecución y fueron martirizados en tiempos de Diocleciano. Como protectores frente a la enfermedad, y particularmente frente a la peste, cobran gran popularidad en la Baja Edad Media, siendo muy frecuente su representación.
En el retablo de san Félix las dos tablas de los santos flanquean el calvario en el ático. Ambos están tocados con el gorro cilíndrico de doctor y portan sendas cajas de ungüentos o instrumentos quirúrgicos, en alusión también a su profesión.
DIOS PADRE
La tabla cimera de la polsera, que remata el conjunto, acoge la representación de Dios Padre en busto corto y posición frontal, bendiciendo con su mano derecha y sujetando con la izquierda una bola que se remata en cruz con banderola, alusivo al globo terráqueo. Sobre el pecho del Padre Eterno despliega sus alas una paloma que representa al Espíritu Santo.
Lo más singular de la tabla es la iconografía del Padre Eterno, caracterizado como Cristo, incluso en lo que respecta a la aureola o nimbo con la cruz circunscrita. Esta identificación con la iconografía de Cristo se convertirá en la fórmula habitual de representación del Padre Eterno durante la Edad Media, ya que no será hasta el Renacimiento, y sobre todo a partir de las obras de Rafael y Miguel Ángel, cuando se identifique a Dios Padre con el Yahvé del Antiguo Testamento y se le comience a representar como un anciano de largas barbas blancas.
3.3. CUERPO o NETO DEL RETABLO
El cuerpo o neto del retablo es el espacio central en el que se acogen las escenas propias de la obra. La advocación a la que se adscribe y las escenas narrativas relacionadas con ellas se disponen en ese entramado de pisos y calles que conforma el cuerpo del retablo. Como hemos señalado antes, en el retablo de san Félix es aquí donde se disponen las tablas relacionadas con los probables mecenas de la obra, emplazamiento que justifica y pregona el esfuerzo realizado.
En el primer piso del retablo y simétricamente dispuestas se disponen las tablas de san Juan Bautista y san Eloy. Ambos son patronos de las corporaciones que pudieron ser las responsables del encargo de la obra al taller pictórico de Xàtiva, culminando un proceso en la iglesia de san Félix que había supuesto, al igual que en otros templos, la progresiva sustitución de la decoración pictórica mural por grandes conjuntos de retablos.
SAN ELOY
Obispo de Noyon que vivió en el siglo VII. De origen humilde, fue artesano del metal y llego a ser jefe de la casa de la moneda en tiempo del rey franco Clotario II. Gozó de una notable fama como orfebre y según la leyenda, antes de convertirse en orfebre y luego en obispo, habría sido herrero.
En la tabla de san Félix aparece representado como obispo, con capa pluvial y casulla, tocado con la mitra y con báculo. En una de sus manos lleva un libro abierto. Es ésta una obra de clara filiación hispanoflamenca, en la que el pintor se detiene en la recreación del detalle, como los azulejos del suelo, las palomas que se sitúan a los pies del santo, las florecillas del fondo o la minuciosidad de las joyas de la capa y la mitra del santo. El abundante uso del oro tanto en el fondo como en las vestiduras de la figura, confiere a la tabla una riqueza de acabados acorde sin duda con el espíritu del encargo.
MILAGRO DE SAN ELOY
La escena representa uno de los episodios más conocidos de la vida de san Eloy. La leyenda cuenta que, siendo san Eloy herrero, debía herrar a un caballo que, poseído por el demonio, no dejaba de dar coces. Para realizar su tarea con mayor facilidad, le corto la pata delantera y la herró sobre el yunque, volviendo a colocar el miembro al animal milagrosamente. Como apunta Louis Réau, (10) la leyenda debió nacer tiempo después de la muerte del santo, ya que la práctica de herrar caballos no se generaliza en Occidente hasta el siglo XI y san Eloy, como ya hemos señalado, vivió en el siglo VII.
Aparece en primer plano san Eloy, caracterizado como herrero, con gorra y mandil de cuero. Tras el se sitúa san Hilonio, monje del monasterio fundado por san Eloy en Solignac y a quien la leyenda se refiere como ayudante del santo. Completa la escena el grupo de personajes que asisten maravillados al milagro.
SAN JUAN BAUTISTA
Aparece en el retablo de san Félix caracterizado como ermitaño, con aspecto demacrado y desaliñado, vestido con una túnica de piel de camello y un manto encarnado, en alusión a su papel como predicador de la penitencia en el desierto de Judea. Como atributo lleva el cordero místico sobre un libro, en alusión al pasaje del Evangelio de san Juan (1:36):Juan fijó la vista en Jesús que pasaba y dijo: “ese es el cordero de Dios".
BAUTISMO DE CRISTO
El relato evangélico es parco en detalles sobre este episodio, por lo que a la hora de representado una importante fuente iconográfica ha sido la propia liturgia del sacramento bautismal que ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. Si hasta el siglo XII lo habitual es representar el rito por inmersión según la iconografía formulada por el arte bizantino, a partir del siglo XIII la escena se representa según el rito por infusión, en el que Jesús está de pie en el lecho de un río cuya agua le cubre poco más de los tobillos, mientras el Bautista le vierte el agua sobre la cabeza. Es este último el esquema iconográfico que se adopta en la tabla de san Félix. La figura de Jesús aparece sólo cubierta con un ceñidor, un trozo de tela ajustado alrededor de la cintura. San Juan Bautista, vestido con la túnica corta de piel de camello, pero además arropado por un manto encarnado, vierte el agua bautismal con una concha sobre la cabeza de Cristo.
Al otro lado de la orilla se sitúa un grupo de ángeles que asisten a la ceremonia, uno de los cuales sujeta el manto de Jesús. La presencia angélica no tiene su origen ni en los evangelios canónicos ni en los apócrifos, existiendo varias teorías para explicar su presencia. Por un lado, está la costumbre litúrgica según la cual un diácono asistía al obispo sosteniendo el capillo y vistiendo a los catecúmeno s después de la inmersión, papel que en la iconografía pasan a asumir los ángeles. Por su parte, para Réau (11) la inclusión del grupo angélico procede del arte bizantino, en el que los ángeles aparecían con las manos veladas en señal de respeto. Los artistas occidentales que copiaron el modelo no entendieron el simbolismo de esos velos, interpretándolos como los lienzos destinados a secar a los catecúmenos -en este caso Jesús- tras la inmersión en el río. En cualquier caso, la difusión de la iconografía angélica en tierras valencianas está estrechamente ligada, también en esta ocasión, a la penetración de las corrientes hispanoflamencas a mediados del siglo XV.
Sobre la cabeza de Cristo se abre un rompimiento celeste sobre el que se sitúa la imagen de Dios Padre en actitud de bendecir y la paloma símbolo del Espíritu Santo, sobre una filacteria. Con ello se ilustra el pasaje de los Evangelios en el que se narra como el Espíritu Santo descendió desde lo alto del cielo al tiempo que resonaba la voz de Dios Padre proclamando a Jesús como el Mesías. |