Tienes en tus manos un nuevo número de la revista parroquial. Nuestro objetivo es ayudarte a vivir una Semana Santa y una Pascua diferentes.

San Juan nos invita a contemplar la gloria de Dios. Gloria no es la belleza, la majestad, el esplendor. El resplandor de Dios no es la gloria. La gloria es la intimidad, el núcleo mismo de Dios. En el Hijo hemos contemplado su gloria. El Evangelio es como un mapa que nos adentra a recorrer durante la Semana Santa esta realidad. Es el amor y la fidelidad, aquí sí que está la gloria de Dios, aquí se nos muestra toda su plenitud.

No decimos que Dios ama sino que Dios es amor. No hay intermitencia. Es amor siempre, hasta el extremo.

Mirando a Jesús vemos como es Dios. El golpe de la lanza del soldado se asesta a donde nace la vida. En la carne de Dios, al corazón. El pecado choca contra Dios, deja al descubierto el corazón de Dios. Un amor que ama apasionadamente a los hombres.

Mirarán al que han traspasado. Mirarán y quedarán  radiantes. Mirar tanto que nuestra existencia quede impregnada, marcada por lo que contemplamos.

Contemplando la Cruz nacemos a una vida nueva.

Antes de bajar del Calvario se nos invita a recoger tres dones que nos regala el Señor:

1. María: Entregada como Madre. El discípulo la acogió en su casa, en su intimidad. En lo más íntimo.  Pertenece para siempre al paisaje donde se nos revela la gloria de Dios. No es una devoción  optativa para el creyente. Entregada como expresión del amor permanente de Dios, nos va a posibilitar la comprensión del Dios vivo.

Orígenes, padre de la Iglesia, nos decía: “No comprenden a Dios sino quienes necesitan la cabeza en la Cruz y acogen a María como Madre”.

2. El Espíritu Santo: Juan no va a narrarnos una muerte sino una entrega, la entrega del Espíritu.

El amor, la misión, etc., se los da a los discípulos. Juan no separa los misterios pascuales como los otros evangelistas. Nos permite vivirlos en un instante, nos narra una entrega.

Todo lo que Jesús ha recibido del Padre es lo que entrega. Ánfora preciosa que contiene la plenitud de Dios. La contiene y la limita: “Os conviene que yo me vaya, que yo me rompa para que vaya a vosotros el Espíritu”. Se quiebra la vasija del Cuerpo y queda libre el Espíritu, para plenificar a aquellos por los que en la Cruz ha dado la vida.

3. La Iglesia: Costado penetrado por la lanza. Al punto sale sangre y agua. Recibimos el tercero de los dones. El Bautismo y la Eucaristía que constituyen y renuevan la Iglesia. No es una organización multinacional sino un cuerpo que se entrega, una comunidad en la que puedo vivir mi fe. La Iglesia es la expresión fiel del amor de Dios, donde puedo vivir el poder de su Resurrección y la comunión de sus padecimientos.

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