El Padre Esparza, en el libro ya citado en la página 56 dice lo siguiente: “Atrás quedarían sufrimientos y amarguras. Y las heridas abiertas en otras carnes familiares o de amigos, mejor era curarlas sin rencor ni resentimiento. Había llegado la hora de ir ganando la paz día a día porque los tiempos que llegaban continuarían difíciles”.
Ahora comenzaba una etapa difícil para todos los españoles. Las heridas eran profundas y llamativas. La Iglesia había sufrido la mayor persecución de su historia, la sangre de los Mártires estaba muy presente.
Se iniciaba una larga temporada de escasez. La familia Casesnoves Soldevila tenía muchas bocas para alimentar. Don Manuel pudo ir recuperando sus fincas y de ellas sacar adelante las cosechas y el alimento para toda su numerosa familia.
Cuenta un testigo que incluso en esta escasez que reinaba en Xàtiva, don Manuel y doña Adela repartían ropa y comida, su casa estaba siempre abierta
a las necesidades de la gente más pobre. “Toda su vida era caridad”. ¡Qué frase tan hermosa! Aún hoy mucha gente lo dice y afirma convencida de que esta familia practicaba la virtud de la caridad, repartiendo en medio de la pobreza lo que ellos tenían para alimentar a su numerosa familia.
Y de todo daban gracias a Dios a boca llena.
Hemos preguntado a personas mayores y todos los consultados afirman que la farmacia ya recuperada de don Manuel era la “Farmacia de los pobres”; allí acudían todos a pedir medicinas y la caridad de este hombre de Dios era tan abundante que a muchísimas personas, que no podían pagar, les daba todo lo que necesitaban.
Lo que ocurría en la farmacia era con el consentimiento de doña Adela, que compartía la virtud de la caridad con su esposo, pues ambos estaban convencidos del mandato del Señor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Y amar hasta que duela, como decía Madre Teresa, conduce a ese extremo. A mí me encanta llamar a ese tipo de caridad “amor a fondo perdido”. Los Siervos de Dios lo practicaron de manera heroica, muy a gusto, con conocimiento de causa y sobre todo porque pensaban que como cristianos era su obligación. En el transcurso de estas páginas veremos hasta donde llegaba la práctica de la caridad en este admirable matrimonio; tenía muy claro cuál era su papel en este tiempo de la postguerra y lo que el Señor le pedía y como católico estaba dispuesto a hacer.
Y, ¡qué bien lo hicieron los dos!
Y miren, en esos momentos de gran pobreza y escasez es cuando la calidad cristiana de Manuel y de Adela más brilló; en esos momentos todo era necesario, se pasaba hambre, no había dinero, los recursos eran muy escasos y casi imposible de lograr lo necesario y ahí están ellos. Muchos pensaban que actuando de esa manera nunca se harían ricos. Y es que don Manuel nunca quiso hacerse rico. Sí quiso ser rico ante Dios, como Jesús afirma en el Evangelio. Ser rico para el cielo donde no existe la polilla, ni hay ladrones. Don Manuel y doña Adela fueron muy ricos a los ojos de Dios.