El Siervo de Dios Manuel se encargó con mucha precaución de que durante la Persecución Religiosa de 1936 a 1939 en su casa se celebrara Misa todos los domingos y así lo arregló. La familia era muy numerosa y a pesar de todo lo que estaba ocurriendo, Dios vivía en aquel hogar. Manuel y Adela querían que Jesucristo estuviera muy presente entre ellos en momentos tan difíciles y arriesgados para los católicos españoles, también en Xàtiva. Pero la calidad espiritual de este matrimonio estaba por encima de todas las penalidades. Allí se rezaba a Dios, se le invocaba y se contaba con él.

Dentro de este plan de vida cristiana cada domingo por la noche aparecía un señor en casa que fue presentado a los niños como un “amigo del papá”; traía golosinas para todos los pequeños y se iba a un cuarto con el matrimonio y unos cuantos de la familia.

Cuando concluyó la Guerra Civil, Manuel y Adela dijeron a los niños que ese señor era un sacerdote que celebraba en casa la santa Misa cada domingo. Todavía se guarda una cajita que se utilizaba para las sagradas Formas consagradas y una copa de cristal que se utilizaba como cáliz.

Cuenta Adela, la hija mayor, que hubo un registro en casa y milagrosamente no vieron estos objetos “sagrados”. Hubiera sido la ruina de todos,
pero Dios es grande, misericordioso y todopoderoso. ¡Qué gran verdad! Muy bien podían cantar aquello del salmista: El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Y es que el Señor cuida de todos y cuando ve la profunda piedad, amor y fervor en las almas, se vuelca y eso es lo que ocurrió con esta familia durante la Persecución Religiosa en España. No se escondieron, dieron la cara, profesaron su fe y Dios hizo lo demás.

La Guerra Civil Española causó muchas heridas en la Iglesia y en los católicos españoles. Fueron martirizados miles de sacerdotes, religiosos y seglares por el mero hecho de serlo. En la Diócesis de Valencia pasaron de mil los sacerdotes asesinados y no digamos de monjas, y seglares por el
mero hecho de ser católicos e ir a misa, más todavía si era presidente de la Acción Católica o de otra institución de la Iglesia: la muerte, sin juicio, era
segura. Ya he dicho que el mismo don Manuel estaba en la lista de los que serían fusilados porque era católico e iba a misa.

En abril se termina la Guerra. En Xàtiva se celebra una Misa de campaña en la Alameda y todos dan gracias a Dios porque ya ha acabado el sufrimiento de la persecución y las muertes. La Colegiata estaba totalmente destrozada, la imagen de la Mare de Déu de la Seu había sido quemada, robadas infinidad de obras de arte y quemadas muchísimas más. Pero sobre todo había sido martirizado casi la totalidad del Cabildo, con el Abad al frente y también párrocos de
las otras parroquias. Había muchas heridas abiertas; muchos de los que hoy hablan de memoria histórica deberían reconocer el sufrimiento de la Iglesia Católica Española que sufrió la mayor Persecución Religiosa de sus veinte siglos de historia.

Para la familia Casesnoves Soldevila ver la Seu abierta y oír voltear alguna de las campanas que quedaban en el campanario y poder volver a participar de la santa Misa supuso una enorme alegría, fue como el renacimiento de una aurora de luz para sus corazones y para todos los miembros de su familia.

Don Manuel y doña Adela tenían una enorme misión por delante: curar heridas, sembrar paz y crear un ambiente religioso en todas partes.

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