Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila

En el desierto florecen también las flores

Hacer desierto en mi vida
sentir tus pasos cercanos
y tu presencia me haga
describirte en el hermano.

Te busco, Señor, sin encontrarte, pues,
mis gustos y mis caprichos van por delante.
Si me hundo en mi yo
estoy perdida. Tú has de ser mi esperanza y mi alegría
para poder caminar por esta vida.

Señor que dé testimonio de mi fe y amor.
Si al menos por un momento
te encontrara
cautiva de tu amor
yo me quedara.

Cepíllame fuertemente
para que no se me pegue
el polvillo de la tierra,
pues tan hermosa la hiciste
que sin querer, se me van
los ojos en pos de ella.

Como me encanta el Tábor,
me intimida el bajar,
ponerme en marcha,
porque ignoro
tus caminos, Señor.

Un nuevo día, Señor, y ya subida en tu barca dispuesta estoy a seguiros.

¿A dónde me llevarás? No te importe, ven conmigo. Entonces descubrirás una nueva creación, la plenitud del amor que he puesto en tu corazón.

En estas poesías la Sierva de Dios expresa el deseo de su corazón de hacer silencio, de hacer desierto en su alma y desde ahí buscar a Jesucristo
con fervor y tensión.

Ella sabe muy bien que Dios se manifestó en el desierto a los grandes Patriarcas y Profetas de la Historia Sagrada; allí les manifestó sus planes,
les encargó su misión y llenó su corazón de gracia, valentía y paz.

Adela busca también esos momentos de paz para llenarse de fuerza, amor, paz, prudencia y fervor. Busca el desierto, el Tabor, el silencio: ahí habla Dios:

“Hacer desierto en mi vida”.

Y una vez experimentado ese encuentro divino, el alma se transforma, se llena de luz brillante como Moisés en el monte Sinaí o Isaías en el templo,
Zacarías ante el altar del Señor.

La Sierva de Dios sabe cuál es su labor como viuda, madre de familia y una enorme misión ante ella que debe llevarla adelante con toda pulcritud y
para ello pide fuerza: “ponerme en marcha”, pero después de subir al tabor “ver a Dios” y bajar al asfalto de cada día: “y ya subida en tu barca dispuesta estoy a seguiros ¿a dónde me llevarás?”. Ésa fue siempre la disposición de la Sierva de Dios ante el mismo Cristo: cumplir con agrado su voluntad y, ¡qué bien le salió! Llena de Dios ya no le importa lo que le pida: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Adela siempre estuvo dispuesta, libre para Dios y Él hizo verdaderas maravillas en su corazón y en su vida.

Manuel Casesnoves y Adela Soldevila. Parroquia de Santa María de Xàtiva

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