Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila
Mi vida es Cristo
Todo es don de Dios éste que yo gozo,
y debiera empapar todo mi ser.
Tú eres el único
camino, verdad, vida eterna.
Qué me importa la vida,
qué me importa el dolor.
Lo que me importa es tu voluntad, Señor.
Usar de las cosas, no gustar de ellas.
Gustar sólo de Cristo;
enamoramiento espiritual.
Transparentar a Cristo;
en esto nos conocerán.
No vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20)
Vivir las experiencias de mi bautismo,
siendo testigo íntimo y externo
de vida cristiana.
Vivamos en la intimidad del Espíritu
y no nos equivocaremos.
Tu mirada acaricia
promete ensueños
qué feliz yo me siento
junto a mi dueño
Tu mirada da luz
sana alegría
qué feliz yo seré
junto a mi vida.
Tu mirada es
de firme esperanza
junto a ti mis anhelos
colmarán mis ansias.
Leer y saborear estas poesías me llevan a pensar en el alma de un santo que vive en plenitud la amistad con Cristo, que goza del corazón del Amado, que sabe de su intimidad.
Aquí la Sierva de Dios muestra lo que siente en su interior. “Todo es don de Dios”. Eso ella lo vive y lo sabe, todo es don, incluso las desgracias, los
problemas, las ausencias de la persona más amada, el esposo, todo es don de Dios. Cuando se llega a esta situación es porque Cristo lo penetra todo, lo invade todo, de lo contrario es imposible escribir y pensar lo que Adela muestra en estos versos.
San Pablo afi rma lleno de gozo: “Mi vida es Cristo”. Adela también: Mi vida es Cristo, “lo que me importa es tu voluntad, Señor”. ¡Cuánta solera espiritual en estas palabras! Y no son más que el refl ejo de lo que Adela siente en lo más profundo de su alma. ¡Cristo vive en ella! Sólo de esa manera se pueden afi rmar estas cosas tan sublimes.
Y vivir a Cristo en la vida cotidiana compromete a transparentarlo en las palabras y en las obras buenas. “en eso nos conocerán”. El Siervo de Dios,
su esposo Manuel, lo transparentó muy bien, a la perfección y ella lo vio y lo sintió, por eso ahora lo tiene claro, debe seguir aquella misión empezada en su hogar por Manolo; ella recogió la antorcha y bien alta la llevó hasta el final.
El Bautismo fue para ella la invitación de Cristo a la aventura de la fe. Aquel gran acontecimiento que sus padres le hicieron vivir, aún sin uso de
razón, Adela ahora lo quiere vivir a pleno pulmón. Ella quiere ser testigo de la Verdad divina que es Jesús y lo quiere ser en dos vertientes, en la intimidad y en lo público. ¡Cuánta categoría espiritual en este propósito! Recuerdo aquellas palabras de santa Teresa a sus monjas: “No hagáis en privado aquello que os avergonzaría hacerlo en público”. Adela sabe que también en la intimidad debemos vivir la fe y nuestro amor a Cristo. Ella goza de la felicidad que supone estar siempre unida a su Amado.
Adela se ha identificado con Cristo.