Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila
En Ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz
Cuando de mí nada quiera
tan sólo amor para amarte
será mi oración más pura
y mejor para entregarme.
Pues ya que
buscándome a mí misma
no te he hallado
desasida de todo, te he encontrado,
amor crucificado.
Me ha dado cita el amor
un amor crucificado,
si aceptas la invitación
sabrás de quién te has fiado.
Mi trabajo, oración,
disponibilidad mariana,
fortalecerá mi fe,
quitará toda desgana,
anulándola,
abrirá brecha en mi alma.
Sólo tú, Señor, llenas mi vida.
Sólo tú, Señor, colmas mi anhelo.
Sólo tú, Señor, templas mi fuego.
Sólo tú, Señor, mi consuelo.
La Sierva de Dios Adela Soldevila gozaba de la oración y en la oración se sentía unida al Señor; ella estaba con Aquel que le amaba y a quien ella quería con todas sus fuerzas y con todo su ser. Su corazón disfrutaba y es que amor y oración siempre caminan juntos, una ilumina al otro y le proporciona savia fresca que empapa la vida con sus proyectos, preocupaciones, alegrías y tristezas, esperanzas y gozos.
Adela cuenta con el Señor Jesús. Ella se sabe sola y busca como la cierva corrientes de agua y acude al Sagrario, allí encuentra la fuente viva y su luz
le hace ver la luz. La Sierva de Dios quiere vivir de la oración, quiere estar empapada de Dios, gozar de su dulzura y sacar fuerza y plenitud. Y es que
en el Señor lo encontramos todo. Él es el camino, la verdad y la vida. Él es la plenitud del hombre; sin Él nada podemos hacer.
El creyente no debe buscarse a sí mismo sino buscar y encontrar a Dios; darle un amor puro, vigoroso, crucifi cado y a la vez resucitado. Y eso lo siente la Sierva de Dios y lo vive. ¡Con cuánta fuerza! “Me ha dado cita el amor, un amor crucifi cado, si aceptas la invitación sabrás de quién te has fi ado”. He ahí el secreto de Adela para su vida interior. Cristo para ella lo era todo: Amor pleno y vivo. Ella se fía de Dios y Dios se fía de ella. De esa manera Adela crece en su vida espiritual desde la negación de sí misma y el crecimiento del Señor en su alma. El interior de la Sierva de Dios brilla con luz potente, allí está Dios a sus anchas: “Sólo tú Señor llenas mi vida. Sólo tú Señor colmas mi anhelo”. Sólo Dios, sólo Dios. Adela desde su vida como seglar y viuda, se consagra plenamente a Dios su Salvador y vive para Él.