Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila
Siempre con las lámparas encendidas
No me importa este mundo,
de este mundo sus cosas, esta tierra
pues será mucho mejor
lo que me tienes que dar.
Insensata yo sería
si a tu llamada postrera
apareciera dormida.
Oh fugaz ilusión
de la vida,
qué sería de mí
sin tu firme esperanza.
Transida de dolor
el sollozar del alma
se eleva hacia ti
buscando anhelos
que mitiguen la sed de mis desvelos.
¿Si pudiera decirles
lo que siento…?
Déjame ya morir en mi lamento.
Que cambie todo mi ser
llegar, poder gozar
con alegría en la vida
y en toda la eternidad.
Con su magnitud se eleva
y nos hace comprender
el más allá de las cosas.
La Sierva de Dios ve próxima su muerte y no teme enfrentarse con ella. Sabe que si toda la vida es una búsqueda del rostro de Dios, ahora lo va a ver
cara a cara y además se encontrará con el amor de sus amores, su esposo Manolo.
Adela ve la muerte como el colofón de la vida y muy bien puede rezar aquello de santa Teresa “y tan alta vida espero que muero porque no muero”. No
es tristeza lo que siente la Sierva de Dios sino, me atrevo a decir, que siente gozo porque llega el esposo y sale a su encuentro, como afirma el Evangelio en la parábola de las vírgenes. Ella siempre ha permanecido con la lámpara encendida y con ese gozo camina hacia la Casa del Padre.
La esperanza es una de las virtudes que Adela ha vivido con profundidad. No hay más que verla en el momento de la muerte repentina de su esposo.
¡Con cuánta serenidad acogió aquella prueba! Nunca protestó al Señor por quedarse viuda. Siempre sumisa, siempre tranquila, siempre llena de gracia para aceptar la voluntad de Dios.
Me admira el alma de Adela: ¡Cuánta pureza, cuánta paz, cuánta fi delidad, cuánta aceptación! Humanamente es imposible vivir así, o por lo menos, es muy difícil; habrá que contar con la gracia, con el Don del Espíritu Santo y con eso se puede tirar adelante. Y eso precisamente es lo que la Sierva de Dios vivía en su corazón. Por eso pudo con todo. Y ahora que se acerca el fi nal de su vida, espera gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
El ejemplo de esta mujer llena de Dios es una joya para todos nosotros. Quisiéramos tener el mismo espíritu que Adela en momentos parecidos a los que ella está viviendo porque si realmente hay paz en el corazón, todo es más suave, más feliz, más tranquilo.
Adela espera en el Señor como el centinela la aurora.