¡Nos Casamos!
Y Adela, con mucho cariño pero también con toda claridad y franqueza, le dijo con emoción de enamorada: “Manolo, si no eres capaz de compartir conmigo la asistencia a Misa y al Rosario, tendré que dejarte”.
Así de tajante fue la novia y con mucha valentía, pues se jugaba el noviazgo y el posible matrimonio. Lo cual muestra el enorme valor que tenía para ella la vida espiritual, la práctica de la fe. El razonamiento puede que hoy nos choque, pero es realista, yo me hago el siguiente razonamiento: si me caso es para siempre con la misma persona; yo vivo, con imperfecciones, pero vivo, la fe en Nuestro Señor Jesucristo, si amo a la persona con la que voy a compartir toda la vida y toda la vida, si Dios quiere, son muchos años, deseo que esa persona viva conmigo la misma fe y comparta los mismos ideales cristianos; si no es así, no voy a ser feliz, y quiero serlo y quiero hacer feliz a quien comparta mi proyecto matrimonial, así que, desde el principio, las cosas claras y saber a qué atenerme.
A Manolo, conociendo a su novia, no le extrañó la propuesta: además, parece ser que la esperaba tarde o pronto, así que estaba preparado y con prontitud respondió: “Adela, contigo siempre”. Y así fue, con ella siempre, hasta la muerte y ahora juntos camino a los altares, los dos juntos, los dos enamorados, los dos llenos de Cristo, los dos “santos”.
“Nos casamos”, ésa fue la noticia que comunicarona sus padres respectivos y a sus amigos. Ponen la fecha el 22 de abril de 1927 y a las 8 de la mañana, muy temprano. Y algo curioso: no se casaron solos, una hermana de Manolo se casó también en la misma misa y en la misma mañana, juntos.
Fue un día feliz. La dulzura de las dulzuras, afirma un autor, es compartir la vida con la persona que amas. Y eso es lo que ocurrió en la Colegiata de Santa María de Xàtiva. Manolo dijo a Adela: “Yo, Manuel, te quiero a ti, Adela, y me entrego a ti y prometo serte fiel en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas, todos los días de mi vida”, y lo mismo dijo Adela con enorme emoción. La celebración fue presidida por el canónigo don Quintín Alfonso Miquel, siendo Abad don Vicente Más, ambos murieron mártires en la Persecución Religiosa de España en 1936. ¡Ya eran marido y mujer! Pero había un pacto entre ellos: Cristo era el fiador de ese matrimonio; querían construir una familia cristiana donde Jesucristo fuera el principal miembro de la joven familia. A partir de ahora contarían con él para siempre y a él acudirían en las alegrías y en las necesidades; en él pondrán su esperanza y su ilusión de cara a construir unhogar donde el nombre de Dios sea venerado, alabado y glorificado. Ese día hubo enorme alegría en el cielo y la bendición de Dios y de su santa madre llenó los corazones de estos nuevo y felices esposos.