Y junto a este bellísimo y cariñoso testimonio de Adela tengo otros también preciosos de personas que oyeron y vieron lo que ocurría en aquella casa esos días y se les quedó grabado en el corazón y en la memoria.

El Abad don Juan Vayá fue avisado y acudió inmediatamente. Ya estaba muerto, por lo tanto rezó un responso y dijo: “Manolo Casesnoves, hombre parco en palabras y grande en los hechos”. Don Juan le conocía muy bien, era su confesor y era el Abad de la Seu y después de muchos años, conocía a todos. Lo que dijo en aquel momento lo dijo con conocimiento de causa y lo dijo de verdad y desde el corazón, el cariño y el dolor.

Su hija Adela me lo ha contado varias veces, son palabras de su madre: “Todo lo hizo bien y aprisa. Nació sietemesino. Hizo la carrera de farmacia sin perder tiempo. A los 22 años ya se había hecho cargo de la farmacia, a los 23 años contrajo matrimonio. Y murió a los 54 años dejando 9 hijos”. Hoy, más de cincuenta años después, Adela me lo cuenta con los ojos brillantes y con gran emoción.

Otra persona que vivió todo aquello me cuenta que era voz general, toda Xàtiva se llenó de luto, era como si hubiera muerto el padre de todos, comentarios por todos las calles, a la gente se le veía muy triste y decían: “Ha muerto un santo de verdad”. Al entierro fue todo el pueblo de Xàtiva, la Seu estaba que no cabían, se hablaba de miles, porque acudió mucha gente de la comarca, porque a don Manuel le conocían todos y su caridad llegaba muy lejos”.

Un señor muy mayor ahora, me contaba casi con lágrimas en los ojos: “Lo tenía que haber visto, hombres hechos y derechos, llorando en el entierro de don Manuel, nunca se había visto eso en Xàtiva, lo cual muestro cuánto se le quería y lo mucho que se le estaba agradecido.

A partir de ahora comenzaba una nueva etapa en la casa de Casesnoves Soldevila. Doña Adela se queda sola, viuda y con hijos pequeños todavía. Ella ha de hacer frente a todo. ¡Y podrá con todo!.

Doña Adela escribe esta poesía en memoria de su amado marido:

Ya no te ven mis ojos
siento tristeza
aunque tú te llevaste
mi dulce queja.
Qué gran vacío
buscando hueco
a la esperanza
susurran mis oídos
algo te falta.
Me enseñaste a sufrir
a redimirme
vive en mí tu recuerdo
hasta morirme.

El Sr. Arzobispo don Marcelino Olaechea, pastor de la Diócesis de Valencia, escribió una hermosa y sentida carta de pésame a la Sierva de Dios; no tiene desperdicio:

“Muy apreciada hermana en Jesucristo: Su carta me da gran consuelo, aunque no podía dudar de que había recibido la prueba de Dios con corazón agradecido. El Señor estará siempre con Vd, y con sus hijos. Por esto, buen ánimo. Su esposo fue un santo en todo el sentido de la palabra. No tardarán en sentir su eficaz intercesión en el cielo. Mi bendición a todos los de casa: Marcelino. Arzobispo de Valencia”.

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