La familia recibió muestras de afecto de parte de muchas personas, de representantes de asociaciones religiosas a nivel diocesano y de muchos amigos. Este escrito es prueba de ello, se trata de una hermosa página publicada en 1958 en una revista, parece ser, de la Acción Católica. No tiene desperdicio y quiero compartir con todos los lectores. Dice así:

“¡Manolo Casesnoves! ¡Hermano, amigo! La noticia de tu muerte nos llegó inesperada y dura. Pero pronto el Señor nos envió el consuelo de tu lección. Quisimos saber de ti en seguida, y una voz –voz amiga de tantas veces medianera entre tú y yo–, a un tiempo trasluciendo el dolor y el gozo, nos dijo: Está en el cielo. Acababa poco antes de hacer su visita al Señor, como cada día. Ha muerto sin dolor, se nos fue en un instante.

¡Se nos fue…! Se lo ha llevado el Señor. Combatió con valor, guardó la fe, no tuvo consejo con los impíos, ha concluido la carrera, y el Señor te
habrá recibido y dispondrá tu corona de gloria.

Tu corona como esposo ejemplar, como padre cristiano, admirable, con tu corona también de nueve hijos.

Tu corona de apóstol sencillo, cordial, lleno de caridad; sabiendo cuánto más vale dar y darse que recibir; de todos amado. “No tenía enemigos”, oíamos decir al paso del imponente acompañamiento de tu entierro.

Tu corona de hombre de acción; de Propagandista de la A.C-N. de P., saciado en Pablo; de Hombre de Acción Católica, desde la fundación de la Obra en Játiva, allá por 1940; con tu entrega constante, generosa, eficaz, ejemplar siempre, a tu Centro, a las Obras parroquiales e Interparroquiales, al Consejo Diocesano, a la Adoración Nocturna, a las Obras de caridad.

El Señor quiso llevarte al instante de la Vigilia de Pentecostés, cuando preparabas el Día de la Acción Católica en tu ciudad, en tu Colegiata.

Nos parece sentir el consuelo, muy vivo, de la esperanza, que el Es- píritu Santo nos da. ¡Sábado de María Auxiliadora, Vigilia de Pentecostés… cómo no tener ese consuelo!

Por eso, al dar a tu cuerpo el último adiós, entre los tuyos, junto a tantos amigos, si humanamente nos sentimos invadir por el dolor, elevando el espíritu, recordándote vivo, admirable, nos llenaba el consuelo del Señor que ha de haberte recibido para siempre con Él, coronándote con tu merecida corona de gloria”.

Al llegar a estas alturas de la biografía que estoy escribiendo me hago una pregunta, ¿qué homilía hubiera predicado yo a don Manuel Casesnoves el día de su entierro? Yo no era el Abad de Xàtiva entonces ni mucho menos, pero hoy, después de haber buceado en la vida de este hombre de Dios, ya le conozco un poquito, incluso lo considero algo mío, con permiso de su familia. Y por haber entrado en su vida, quisiera reflexionar de manera muy personal sobre el Siervo de Dios Manuel en el momento en que acabo de relatar su muerte en Xàtiva.

Don Manuel es abrazado por Jesucristo

Si tuviéramos que hacer un resumen de la vida de Manuel Casesnoves nos fijaríamos en su solera cristiana que manifestó a lo largo de su vida y en todas sus facetas. Después de descubrir la belleza de Jesucristo, gracias a la palabra y el ejemplo de su esposa doña Adela, ya nunca se separó del amor de Dios, vivió para él y en él murió.

Manuel Casesnoves fue un cristiano coherente con su fe. De cuerpo entero. Nunca consideró la fe como un adorno en su vida. Por eso mismo la vivió a pleno pulmón y la transmitió con su buen ejemplo. Con alegría y la ilusión de un enamorado contrajo matrimonio cristiano para siempre y puso a Cristo como fiador en la nueva vida de casado. Se entregó por completo a su esposa y vivió los compromisos matrimoniales con mucha dignidad. El Señor lo iba bendiciendo a través de los hijos que iban naciendo, hasta nueve. Se convirtió en padre de una gran familia donde el nombre de Dios era invocado, querido y respetado. Dios era el gran Amigo de todos, el Providente, el Omnipresente.

Don Manuel sufrió persecución por ser católico y estuvo a punto de ser martirizado por Cristo, durante la Persecución Religiosa de 1936. Ello le llevó a vivir con mayor intensidad su fe en momentos complicados y difíciles: siempre dio la talla.

Luego su farmacia era la “casa de los pobres”. Como farmacéutico fue “el padre de los pobres”, desde esa profesión practicó la caridad de manera indescriptible, sin llamar la atención. Pasó haciendo el bien a manos llenas. Puedo, pues, afirmar que practicó la caridad, yo diría de forma heroica, pensando más en ayudar que en servirse a él mismo: vivió para los demás. Se desvivió ayudando a los más necesitados; lo suyo era de todos y para todos. Iba
sembrando entre los hombres y mujeres de Xàtiva y su comarca el amor de Cristo que, siendo rico se hizo pobre, para salvar a todos.

Siempre dio testimonio de una fe robusta alimentada con la oración personal y la santa Misa diaria, el rezo del santo Rosario en familia, el Ángelus, la visita diaria al Santísimo y la lectura espiritual. Nunca dejó de hacer estas cosas que eran su fuerza, alegría y sostén.

Se comprometió en el campo social, fue teniente alcalde y concejal dando a todos ejemplo de cómo se debe trabajar en una institución pública sin servirse de ella para nada. También en este campo dejó una huella imborrable. Miembro de la Acción Católica, de la Adoración Nocturna, colaborador infatigable de la Colegiata, don Manuel iba haciendo Iglesia allá donde se encontraba.

Y así murió en plena adultez joven.

Fue al encuentro del Señor con los capazos llenos de buenas obras.

Entró por la puerta grande a disfrutar del banquete de su Señor.

El pueblo supo mostrar a don Manuel su amor, su gratitud y admiración, rezando, llorando y exclamando, desde lo más profundo de su alma: “¡Ha muerto un santo, ha muerto el padre de los pobres!”.

Esto es lo que yo hubiera predicado en el entierro del Siervo de Dios Manuel Casesnoves Soler.

¡Y me quedo corto!

Pido al Señor, en un tiempo no demasiado largo, poder ver la glorificación del Siervo de Dios junto con su esposa Adela y entonces dedicarles una hermosa homilía en el día que la Iglesia señale su fiesta.

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