Me interesa saber cómo acogió y vivió la muerte de su marido don Manuel y para ello recurro a su hija Adela que la tengo muy a mano y es un poso
de sabiduría y bondad.

Me dice Adela que fue un bombazo tremendo para todos, un hecho que te deja sin palabras y que sólo se te ocurre preguntarte y ¿por qué? La respuesta
de nuestra madre fue la que le dijo el Sr. Abad de Xàtiva don Juan Vayá, en cuanto se enteró: “Ya estaba maduro”.

Ante la incomprensión y las ganas de rebelarte, ella decía: “Él ya está donde tenemos que ir y allí nos espera”.

Qué día tan grande, así que por la noche unos cuantos hermanos con nuestra madre fueron a la hora de la Misa de la Vigilia de Pentecostés a la iglesia de san Agustín, que era la sede de la Adoración Nocturna. Según mi hermana Lola, pues yo no asistí, no hubo sollozos, ni palabras, sólo un profundo
recogimiento.

En casa, desde el primer momento, lo único que se oía era el desgranar “Ave Marías” llenas de unción y sentimiento.

A partir de ese día, nuestra madre al dar gracias a Dios después de las comidas, tanto a mediodía como por la noche, añadía un “Padre nuestro” en recuerdo de nuestro padre. Y así hasta su muerte.

Por todo lo dicho y lo he meditado mucho, mi madre aceptó la voluntad de Dios sin reservas y con mucha valentía. No se derrumbó. Ella misma decía años después: “Entonces tenía la casa llena y no podía derrumbarme”. Ella siempre se apoyaba en la fe, intensificaba su vida de entrega, de oración, de servicio a la Iglesia, y a su familia, ¡y pudo superarlo todo!

Oíamos decir a nuestra madre que no entendía cómo la gente que no tiene fe, después de un golpe así, pueda vivir, pues “yo, si no la tuviera, decía, me hubiera ido con él”.

Un amigo que nos visitó, días después, nos escribió una carta en la que, entre otras cosas decía: “La impresión que produce esta familia es el de la
auténtica familia cristiana, resignación, paz, serenidad, fe viva, fe por encima de todo”. Y yo añado: todo esto gracias a nuestra madre.

Y aunque ya le he señalado al principio de este capítulo, también quiero saber la manera como llevó adelante la hacienda, los hijos, la familia, la farmacia, todo, en general. Y a todo eso me responde también Adela con estas palabras: Tuvo, en relación con la hacienda la ayuda de nuestra hermana Pilar, principalmente, a la que nunca daremos bastantes gracias. También la de nuestro hermano Manolo, junto con algún otro miembro de la familia, y la de los caseros.

Pilar siguió llevando todos los cuadernos con anotaciones y también las cuentas que le presentaban fidelísimamente a nuestra madre. Si había alguna cosa que no la tenía clara y quería imponer su criterio, nuestra madre decía: “Así lo hizo papá y hay que seguir”.

Había que solucionar el problema de la Farmacia hasta que nuestro hermano Manolo terminara la carrera y la Providencia no la dejó nunca sola. Así, un sobrino suyo, hijo de una prima hermana, que al final de la Guerra Civil, siendo muy joven, había estado en la Farmacia, estaba casada con una farmacéutica que no ejercía como tal y se prestó con mucho gusto a ello, sin nada a cambio.

Nuestra madre, también se preocupó de agrandar la casa de Bisquert, pues cada vez éramos más. Iban naciendo nietos y ella quería tenernos a todos reunidos. La casa tenía que ser grande y acogedora. Y lo hizo.

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