Desde siempre el centro de su vida fue Jesucristo, como buena cristiana nunca ocultaba su amor pleno a cristo, el Señor. Lo demostraba con su vida coherente con ese amor y con la fe que creía. Viviendo su marido, ella, desde novios, supo transmitir su fe a Manolo como ya hemos comentado y  seguido. En familia ambos vivieron a pleno pulmón el amor al Señor y lo supieron trasmitir a sus nueve hijos y demás familiares que compartían el hogar. Una vez viuda y vencidos aquellos primeros días duros de la viudedad, la Sierva de Dios, recuperó la normalidad y ahora quería dedicarse de lleno al apostolado, sin olvidar sus obligaciones familiares.


Doña Adela escribía sus pensamientos y a través de ellos se puede seguir el itinerario de su vida espiritual, sus inquietudes, sus esperanzas. Cuando escribe “El sentido de mi vida es agradar a Cristo”, lo dice convencida y su gran preocupación es agradar en todo al divino Maestro. Sus largos ratos de oración “Estar a solas con Aquel que sé que me ama”, son para ella manantiales de gracia, fuerza, ánimo, ilusión por la vida y por el trabajo, apostolado, generosidad. Adela agradó a Cristo en todo. “Cristo es mi Señor. Mándame ir a ti por encima de las olas, con confianza, déjame llevar, hay que caminar por encima de las olas; si esperas la calma no lo harás”. Su confianza en la gracia era tal que a nada tenía miedo, sabía que Cristo le ayudaba a cargar con todo, por pesado que fuera y además a salir a flote ante los problemas, tormentas, oleaje. Adela siempre quiso cumplir la voluntad del Señor. “Hacer silencio para llenarme de Dios”. Ella sabe muy bien por experiencia que en el silencio del mundo habla Dios, la necesidad de silencio, de paz ante el Sagrario, de recogimiento es fundamental para llenarse de la sabiduría divina: es necesaria la oración ante el Señor Eucaristía. Por eso ella se pasaba largas horas rezando en silencio en la capilla de la Colegiata. “hacer presente a Jesús no con mi estilo de vida, sino con el estilo de Jesús”. La Sierva de Dios deseaba aquello de san Pablo: tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Y se esforzó por lograrlo y llegó a disfrutar de esa bellísima  experiencia. Cristo la llenaba totalmente y Cristo hablaba, actuaba, bendecía por medio de Adela Soldevila, ella llegó a identificarse con Cristo.

Leer y meditar estos escritos de Adela refuerza el alma, adivinas la presencia de Dios en su corazón. Esta mujer gozaba de la compañía de Cristo, por la gracia, por su entrega vivía la presencia del Resucitado.

La misa diaria con la comunión, su preparación y la acción de gracias al finalizar; la lectura de la Palabra de Dios y su meditación, el rezo del santo Rosario; la visita al Santísimo todos los días; sus ejercicios de piedad; el examen de conciencia diario; todo esto constituía la base imprescindible para crecer en el amor a Cristo, centro de su vida y de sus proyectos y deseos. Eso no podía faltar ningún día del año. Era su fuerza, era su encanto, era su ilusión: era su vida.

Su amor por la Virgen de la Seo

Adela vivió desde pequeña la devoción a la Mare de Déu de la Seu, patrona de Xàtiva. Vivió esta devoción en la adultez y hasta la muerte disfrutó de ese amor hacia la Virgen María. ¡Cuántas veces meditó en el papel de la Virgen en la Familia de Nazaret! Adela practicó el silencio, la generosidad, la entrega en la familia, como María. La Virgen María era para la Sierva de Dios la alegría, el encanto interior y lo expresó con sus versos. Miraba la imagen de la Mare de Déu y en ella encontraba inspiración para saborear las delicias del espíritu en su corazón:

Qué hermosa te ha hecho Dios
eres luz, cielo, alegría
y ya me siento feliz
tenerte en mi compañía.


Presagio de la Esperanza
que no me puede fallar
ya que nos quieres felices
por toda la eternidad.


Quien pudiera plasmar
la imagen por Ti concebida,
con toda mi pequeñez
nada temiera en la vida.


Con tu ayuda, Madre mía,
sembrando en la intimidad,
el fruto llegará a ser
resplandor de eternidad.

Y también lo expresa en valenciano con estos hermosos versos:

“Tens de la rósa el perfum
y del nardo la blancura
y hasta els angels s’encandilen
al contemplarte tan pura.
Eres del cél l’alegría
y de la terra esperanza.
Eres mareta tan bóna
Qu’el teu amor tot alcança.


Eres bonica, morena
Puix tot un Déu t’ha creat
Per a ser la Nostra Mare
i glória d’esta ciutat.
Ací tens als “setabenses”
A les teues plantes “postrats”
Uns te porten alegríes
Atres venen en pesars
Esperant qu’eixe córet
Nos porte a la eternitat”.

Nunca suplantó la devoción a la Virgen su amor a Cristo. Adela sabía muy bien el papel que la Virgen María debe ocupar en la vida del cristiano y ella colocó a María en el lugar que le correspondía en su vida como cristiana. La Virgen no es Dios, pero es la madre de Dios y como tal es nuestra madre, así lo dispuso Cristo en el momento culmen de su vida en la Cruz. La Sierva de Dios acudía todos los días a la intercesión de la Mare de Déu de la Seu. Desde su altar mayor la Santísima Virgen bendice “a los hijos de tu amor” como canta el himno. Adela la miraba con cariño entrañable, meditaba en su corazón las virtudes de la Virgen y le pedía por su vida y por la de sus hijos y nietos. Se dejaba llenar por esa dulce miraba y de dejaba cobijar “a la sombra de tu manto cariñoso”.

La devoción a la Virgen María bien interpretada lleva siempre a Jesús, su Hijo. Nunca puede separar de Dios, sería una seudo devoción. Por eso Adela cuanto más amaba a la Virgen, más amaba a Cristo, más crecía en la vida espiritual. La devoción a la Mare de Déu de la Seu fortalece el alma, la dirige a Cristo, adorna con virtudes la fe. ¡Qué ganancia tan hermosa la devoción a la Virgen! Mucho podemos aprender de la Sierva de Dios Adela en ese camino hacia la perfección cristiana. Ella supo aprovecharse de todos los beneficios que ofrece la coherencia de la vida espiritual, ¡qué son muchos!
Para lograr una meta que humanamente es imposible lograr pero con los auxilios divinos se logra. Ella lo supo realizar y llegar a la meta.

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