Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila
Qué hermosa te ha hecho Dios,
eres luz, cielo, alegría
y ya me siento feliz
tenerte en mi compañía.
Presagio de la esperanza
que no me puede fallar
ya que nos quieres felices
por toda la eternidad.
Quién pudiera plasmar
la imagen por ti concebida,
con toda mi pequeñez
nada temiera en la vida.
Con tu ayuda, madre mía,
sembrando en la intimidad,
el fruto llegará a ser
resplandor de eternidad.
Ayúdame, ¡oh Madre!
a despertarme
pues, así tú lo hiciste
y unida a tu fiat
podré vencerme
Unida a tu dolor, oh Madre buena,
comparto en el silencio tu inmensa pena.
Tu ausencia; dulce cruz es mi lamento
aunque gracias te doy cómo lo siento.
Y es que el amor quedó desamparado,
ya no tiene la cruz entre sus brazos
y no sabe vivir sin su regazo.
La Sierva de Dios Adela profesa una devoción muy viva y arraigada a la Mare de Déu de la Seu y quiere plasmarlo en esta poesía que le sale del alma. Son piropos dulces, felices, llenos de candor; en cada palabra, en cada verso, la Sierva de Dios reconoce en María la mano de Dios. La Virgen María es la elegida de Dios, la Virgen oyente de la Palabra, también la que la pone en práctica: «Qué hermosa te ha hecho Dios». Es Inmaculada, de corazón puro, sin mancha. El Ángel la saluda diciendo: «Alégrate, llena de gracia». María es la llena de gracia, siempre llena y siempre creciendo en gracia.
Adela lo expresa bellamente en el primer verso. La Sierva de Dios es feliz con la Virgen. Ella ha experimentado el milagro de la oración, el «Estar con Aquel que sé que me ama». Adela vive la oración, el contacto con la Virgen María y se siente llena, feliz, tranquila. Con la Santísima Virgen ya no le falta nada. Desde el banco contempla la imagen de la Virgen en su trono de la Colegiata, la mira, le sonríe, le habla, le suplica. ¡Y conectan ambas almas, las dos son madres, las dos sufren, las dos creen, las dos gozan, las dos rezan!
Adela se siente amada y protegida por la Virgen. Y continua pidiendo amparo y ayuda, auxilio y protección a la que es «Reina, Madre, Amparo de este pueblo soñador». Adela quiere vivir como la Virgen, desposeída, sin nada, libre y con el «Fiat» siempre en la boca y en la vida: «Hágase en mí según tu palabra». La Vida de Adela es disposición, apertura a la voluntad del Señor, siempre, siempre.
Ella ha vivido el dolor de perder a su ser querido, Manuel, su esposo, y se une al dolor de la Madre que pierde a su hijo en la Cruz del Calvario. Los Siete Dolores de la Virgen, Adela los asume, los vive, los siente. La Virgen María, al pie de la Cruz, no grita; en silencio contempla, llora, sufre. Así quiere hacerlo también la Sierva de Dios Adela y lo expresa a la perfección en estos versos dedicados a la Patrona de Xàtiva, a la que es «Nigra sum sed Formosa».