Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila

A tu llamada, Señor,
¿cómo he correspondido?
pues quince años ahora
que comencé tu camino.

Como esposa engalanada
de tus joyas me cubriste
obediencia, humildad,
si falté por negligencia
Tú me sabrás perdonar.

Enséñame a superar
lo que no he de comprender
y sea tu Voluntad
mi constante amanecer;
abierto mi corazón,
sin tener qué reservarme
pues Tú me lo diste todo
y nada puedo negarte.

Tu esclava soy oh mi Dios
y mi querer, siempre amarte.

Pido con toda humildad
el espíritu de mártir
para poder caminar
y del todo arrancar
estos hilos que atan
a tanta comodidad.

Mientras me repele la cruz
vacía está tu morada
no te hagas la ilusión
así, no consigues nada.

La vida espiritual vivida a pleno pulmón no es fácil de llevar a ritmo completo, aunque no queramos, siempre tenemos baches, lo que santa Teresa llamaba sequedad del alma. La Sierva de Dios Adela también vivió momentos de sequedad, puede ser a consecuencia de la muerte de su marido o a causa de preocupaciones temporales que superaran su fuerza física. Eso nos pasa también a nosotros en la actualidad. Y pienso que es bueno que ocurran estas cosas para darnos cuenta de lo necesaria que es la gracia, la oración, la confianza en el Señor. Él es la fuerza, el motor, nosotros somos muy poca cosas. Qué bien lo expresan algunos salmos.

Doña Adela lo escribe y quiere expresarlo en sus versos, como acabamos de ver. Ella es consciente y pide perdón al Señor, que sabe perdonar y sabe muy bien amar.

La Sierva de Dios sopesa lo mucho que ha recibido de Dios, todo es gracia, «gracia tras gracia» y ante el Don de Dios, siempre gratuito, siempre a punto, nadie con dos dedos de frente y algo de tono espiritual, puede negar a Dios lo que le pida. Adela lo sabe, lo sufre, lo disfruta: «nada puedo negarte».

Y nada le negó nunca. Todo se lo entregó a Cristo. Ella misma se puso en sus manos: «soy todo tuya». La donación de Adela a Cristo fue total, absoluta, real y perpetua.

En la Sierva de Dios había una gran luz que iluminaba toda su vida, sus acciones, sus palabras, sus obras, todo su ser. Ella sabe que llevar adelante la vida cristiana en medio del mundo cuesta, por eso pide «espíritu de mártir», quizás piense en ese momento en el ejemplo de san Jacinto Castañeda, de cuya Cofradía era presidenta y a quien amaba con locura. Es posible. Sabe que el Santo entregó su vida a Cristo y que murió derramando su sangre por el Evangelio y que también, como muy bien lo expresa en alguna de sus cartas, pasó esa misma sequedad espiritual. ¡Y llegó a santo!

Y es verdad lo que Adela pide, pues todos lo necesitamos, «espíritu de mártir», para luchar, para mantener el tipo, para que la oscuridad no invada nuestro corazón. Debe ganar siempre la luz en la pelea contra la tiniebla. Sabemos que la luz es la gracia, es Cristo mientras que la oscuridad es el mal, es el Demonio. Debe vencer siempre la luz. En Adela ganó la luz. Ella se cogió a la Cruz resucitada y con la Cruz de Cristo siempre se vence todo.

Adela salió fortalecida de esa prueba que ella señala y expresa en sus versos. Llegó muy lejos. Su vida espiritual fue exquisita, ejemplar, digna, transparente.

Manuel Casesnoves y Adela Soldevila. Parroquia de Santa María de Xàtiva

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