Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila

13. Las vivencias espirituales de la sierva de Dios

Pido con toda humildad
el espíritu de mártir
para poder caminar
y del todo arrancar
estos hilos que me atan
a tanta comodidad.

No me dejes ir
sola por el camino:
sin que nadie lo advierta
intimidad contigo.
Como raíz escondida
trabajando sin ser vista,
alimentará la savia
pata dar a las almas
frutos de vida.

Mientras te repele la cruz
vacía está tu morada
no te hagas la ilusión
así, no conseguirás nada.

Dadme Señor más fe
que no te veo.
Dadme Señor más fe
que tambaleo.
Dadme Señor más fe
es mi mayor deseo.

La Sierva de Dios Adela Soldevila tuvo experiencias espirituales muy densas, profundas y serias que marcaron su vida. Digamos que la personalidad espiritual de la que gozaba le llevaba a abrir su corazón al Señor. En esta intimidad con Jesucristo, Adela repasaba su vida y trataba de infundirle la savia del corazón de Cristo para serle cada día más fiel “arrancar estos hilos que me atan a tanta comodidad”. Pensemos que la Sierva de Dios luchaba para que las cosas temporales que ahogasen los bienes espirituales; ella no vivía cómodamente, a pesar de su buena posición, nunca se regaló una vida placentera, sino que trabajaba para llevar adelante su casa con infinidad de problemas, quehaceres serios, la hacienda, la farmacia y los miembros que formaban su gran familia. Por lo tanto comodidad cero. Su vida estuvo impregnada de trabajo sudoroso, preocupaciones sin cesar y entrega total. Y todo este paquete vital ella lo llevaba al Sagrario, a la oración. Ese contacto con el Señor Jesús le aligeraba el peso de la vida.

¡Cuánto bien hace la oración! En la Sierva de Dios podemos aprender a la perfección que cuanto más trabajo, cuántas más preocupaciones, cuánto más
problemas tengamos, más necesitamos la oración, la intimidad con Cristo, los ratos de desierto, como a ella le gustaba decir. Adela era un alma de oración profunda. Para ella era como el aire para respirar.

Además la Sierva de Dios se veía sola ante la vida y sus problemas, después de morir su amado esposo, por eso le pide al Señor: “No me dejes ir sola por
el camino”. Ella busca la ayuda donde sabe que está el manantial inagotable del cielo. El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra, afirma el salmista. Adela sabe que sola no podrá con todo, pero también sabe que con Cristo podrá con todo. “Sin mí nada podéis hacer”, pero con Él a mi derecha no vacilaré. Adela buscaba en la oración contemplativa esa “compañía” que necesitaba para luchar y bregar en la vida. Y el Señor se la concedió con  creces.

¡Grande es el Señor, digno de alabanza para los que lo invocan!

Ella quiere ser raíz escondida pero llena de savia para poder dar a todos los que la rodean frutos de vida. Ahí está la fecundidad de la vida espiritual de Adela.

Adela fue un alma fresca, siempre llena de amor fecundo a los demás.

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