Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila
16. En Ti, Señor, pongo mi esperanza
Qué puedo yo darte a Ti
para poderte agradar,
toma de mí cuanto soy
y no te deje de amar.
Imposible comprenderlo
pero me fío de Ti,
aunque todo me lo pidas
he de decirte que sí.
Y superando el presente
con tan amargo sabor
gozarás enteramente
del amor, siempre el amor;
goza sintiéndote amada
por Dios, que es amor.
Quiero abrasarme en tu amor
y mi vida sea ejemplo
en el gozo y el dolor.
Mi vida es oración
y de tal manera entregada
que todo lo que tengo en nada
sin nutrirme de oración.
La Sierva de Dios Adela tiene muy claro que su vida pertenece al Señor. Vive para él, sin descuidar sus obligaciones en casa, con los suyos y con su hacienda. Pero ella es de Dios, vive para él y a él quiere dedicarlo todo. Sin él su vida ya no tiene sentido. Ha muerto su marido, el amor de su vida y ya no quiere amar a otro que no sea el Amor de los amores, Cristo Jesús. Los treinta años de viudez marcaron la vida de Adela y la proyectaron a la intimidad con el Dios vivo y verdadero. Y ella lo sabe plasmar en sus poesías y en sus versos.
“Quiero abrasarme en tu amor”. Esa vivencia interior llena el corazón de la Sierva de Dios. Ahí encuentra la razón de su vida. Llena del amor de Dios, Adela, lo puede todo, vive feliz, trabaja, hace obras buenas, alegra el hogar y se dedica a los demás. Pero, ¿por qué está llena del amor de Dios, que, como dice san Pablo, nadie nos puede separar del amor de Dios, ni la desnudez, ni la espada, ni la aflicción, ni el hambre? Nada, absolutamente nada, puede apartar a Adela de ese amor que ella vive en la intimidad de su alma. Es la experiencia mística que anida en su vida y en su persona. Adela es alma de oración. Lo dice ella cuando escribe: “Mi vida es oración”. ¿Cuándo uno mismo sabe que su vida es oración? Cuando experimenta la presencia de Dios en su vida, cuando dedica tiempo a estar con Él, cuando reza de corazón, cuando siente en su vida el ardor divino que enciende su alma de caridad y de fuerza. Ésa es la experiencia de la Sierva de Dios.
Y a la vez Adela se siente amada por Dios. ¡Qué gozo y qué maravilla! Y no lo dice por vanagloria, sino porque ella lo siente. Adela experimenta que Dios la ama. Y eso se sabe, cuando alguien vive de la fe, como afirma la Carta a los Hebreos, cuando la fuerza que se siente en el interior no es de uno mismo sino del mismo Dios, cuando las cosas que suceden son para el bien, entonces se siente el amor que Dios nos tiene. Y el corazón de Adela, su misma vida es fruto del amor que Dios le tiene. Adela es amada por Dios.