Poesías de la sierva de Dios Adela Soldevila

19. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas Tu rostro

Ven Espíritu Santo
arranca de mi corazón
todo obstáculo, que me impida
tu acción, perseverando
en constante inmolación.

Atenta a tu llamada (Señor)
en actitud de espera
nada turbe mi paz
es todo una quimera
que pronto pasará
tan sólo amor perdurará.

Señor: Dame tu luz que ilumine
para poder caminar
con ilusión y esperanza
a la patria celestial.
Salimos a su encuentro
con la lámpara encendida
y así comprometida
lo demás lo tengo en nada.

La vida de la Sierva de Dios fue siempre buscar la perfección espiritual identificándose con Cristo, de ahí su invocación continua al Espíritu Santo, Señor y dador de vida, para que como purificador que arrambla todo pecado, malicia y sequedad, arranque de su vida todo aquello que impida ese crecimiento espiritual, ese anhelo de perfección cristiana.

Los santos viven convencidos de su iniquidad por eso rezan, luchan, se esfuerzan por alcanzar la meta que el Señor les señala. Adela eso lo sabe y lo vive, por eso reza, lucha y se esfuerza interiormente. Pero a la vez, está siempre atenta como el centinela a la aurora, esperando la llamada del Señor. La Sierva de Dios nunca tuvo miedo a la muerte, última llamada de Dios, vivió con esperanza, sabiendo que ese día llegaría, pero sería día de gozo, pues era Dios quien llamaba y hacia Él iría y en su regazo descansaría en paz. Por eso dice “nada turbe mi paz”.

En este ambiente de espera y de encuentro, Adela tiene en cuenta a las vírgenes prudentes del Evangelio, las que llevaban aceite para sus lámparas. Ella  tiene encendida su lámpara y tiene también aceite en la reserva, porque no sabe lo que tardará el Señor. Aquí lo importante es que la encuentre con la lámpara encendida, es el Adviento de la vida de la Sierva de Dios. Adela quiere salir al encuentro de Cristo, parte de ella la iniciativa, no tiene miedo, ha cumplido bien los deberes, ahora le queda recibir la corona que no se marchita y que Dios da a los que le aman.

Da mucha felicidad contemplar de esa manera la vida de los justos. Es verdad que “la vida de los justos está en manos de Dios”. Así lo expresa la liturgia exequial: Adela busca el rostro del Señor, espera gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Muerto su esposo Manuel, quiere encontrarlo de nuevo junto a Cristo resucitado en la patria celestial.

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